FELIPE Y MARGARITA: VIVIR DE LA POLÍTICA

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TAREA PÚBLICA

Por: Carlos Orozco Galeana

Comienzo estos comentarios con la renuncia que hizo a su partido el expresidente Felipe Calderón tras un período de profundas enemistades con correglionarios suyos que, ciertamente como él dijo, se apoderaron del Pan y le cerraron las puertas de la participación a gran escala junto con su esposa Margarita.

Esta renuncia de Calderón se veía venir. Se aguantó unos cuantos meses, precisamente desde que aquella renunciara al Pan, pero la gota que derramó el vaso fue confirmar que su partido tiene dueño y que se llama Ricardo Anaya, solo que para taparle el ojo al macho se le reconoce a la nueva mafia como “el consorcio”, es decir, un grupo de notables pertenecientes a una generación anterior de Calderón y que resultaron tan ambiciosos o más que él.

Ahora, le están dando la misma medicina que le dio al panismo durante su mandato presidencial. Ni una hoja de papel se movía en las oficinas de su partido si no lo ordenaba el michoacano. Cambió dirigentes al gusto sin tomar en cuenta a nadie. Fue un dictador. Se le pasó la mano y se la cobraron. No valen quejas.

Ahora va de la mano de Margarita pretendiendo crear un partido nuevo tratando de convocar a los militantes que no votaron por Marko Cortés, dos de cada diez de los 140 mil votantes. Ni duda cabe que ese par está en su derecho de hacer políticamente lo que le plazca, pero a los ojos de millones de mexicanos estamos ante el peligro en vísperas de generar un grupo más que medrará en los presupuestos, en los bajos fondos, en las cañerías, de la democracia que vivimos. No van por un cambio social, sino por poder (lo añoran) y por dinero para sus locuras y revanchas.

La renuncia de Calderón tiene cola. Margarita renunció a su candidatura presidencial porque se fue hasta el fondo de las preferencias. Creía que la cuestión sería distinta y que la alabaríamos. Seguro que en la elección hubiera terminado con apenas 1.5 o 2 puntos por ciento del total de 80 millones de electores si no se hubiera retirado. Para su ego, eso resultaría en un gran fracaso que le complicaría su recuperación política posterior al 1 de julio. De entre los muertos y desaparecidos – políticamente hablando – tras esa fecha, Margarita pensó que podría resurgir y recomponer su proyecto fallido en ese entonces.

Pero de cualquier modo, aunque se rajó, su aportación fue buena para nuestra democracia. Probó que aun con dificultades pueden prosperar las candidaturas independientes y erigirse en una posibilidad aunque sea mínima  de luchar y alcanzar el poder. A futuro, sin embargo, tendrá que analizarse si las reglas para dichas candidaturas no dificultan en vez de favorecer la participación ciudadana fuera de los partidos.

Tras su renuncia al Pan y a la candidatura, simpatizantes suyos plantearon  que la vida política de MZ apenas comenzaba, que viene lo bueno para ella y para la política nacional y no faltó quien dijera que constituiría un partido nuevo (supuestamente ya negociado con el actual régimen), mientras que comentaristas avezados en el proceso sucesorio opinaron que, en efecto, MZ no tenía nada que ganar y si mucho que perder quedándose en la competencia, por lo que ahora, con la experiencia ganada, piensan que puede empezar un camino nuevo.

Aquí, en Tarea Pública,   escribí a principios de 2017 que Margarita Zavala no tenía un perfil adecuado para aspirar con fuerza a la presidencia del país y que pesaba como un fardo contra sus intereses el hecho de que se había negado siempre   a declarar los bienes propios y los que su marido le acumuló en sus cuentas familiares durante el sexenio que presidió FCH, así como los ingresos por sus negocios a la sombra del poder. Y reforcé eso con lo declarado por el converso priísta Javier Lozano, que tan bien la conoce: Margarita no reunía, dijo el poblano,   capacidades suficientes; no ha ganado ninguna elección, no ha desempeñado cargos importantes en la administración pública y por ende sus conocimientos de los problemas del país no son los más amplios que se requieren para ser presidente o presidenta. “El mérito más destacado que logró, es haberse cuidado de no abrumar a su esposo con su presencia inadecuada cuando fue presidente, lo que le acarreó simpatías; pero ese hábito no tiene mayor peso para fundamentar sus aspiraciones”.

Javier Lozano tuvo razón. En su primer debate, MZ se vio titubeante, sin ideas profundas, como cualquier político del montón y no como correspondía a una política con más empaque, con más conocimiento y templanza. Se notó inexperta ante las exigencias de corresponder con buenas propuestas a una candidatura presidencial. Pero como en política no hay derrotas para siempre, los Calderón ya piensan en la revancha y es contra el Pan que prácticamente los echó.