TAREA PÚBLICA

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SEXPARTYS

Por: Carlos Orozco Galeana

El consumo masivo de drogas y alcohol de millones de jóvenes, combinado con el nulo cuidado de los padres y su desinhibición paulatina  frente a la realidad,  mantienen una tasa elevada de adicción en el país y es uno de los principales  problema de salud pública.

Esto impacta la proliferación de enfermedades como el sida y los embarazos no deseados, independientemente del desasosiego que resulta para las familias  por malas decisiones tomadas por los hijos y por ellos en edad tempranas.

Muchos jóvenes no esperan el fin de semana para divertirse sanamente, ir al cine, a día de campo, a escuchar música o leer o convivir con los suyos, sino para el reventón, para “el jale”, como  dicen los “nacandros”, para irse a los antros a “pistear” – y si se puede hasta el amanecer, pues sale valedor –,  y según ellos disfrutar a tope esa etapa de la juventud en que se siente hervir la sangre con las nuevas emociones de todos los días.

Frente a este modo de vivir de parte de los jóvenes, tenemos a padres de familia absortos, que no saben qué hacer ante la avalancha juvenil que se les viene encima y  que es, por naturaleza, difícil de controlar. Muchos jóvenes no entienden más razón que la suya, no miden peligros, desprecian los consejos de sus mayores y algunos no dudan en delinquir por unos cuanto pesos al enseñárseles una vida distinta, la del crimen.

En varios puertos mexicanos, como en Manzanillo y Mazatlán, se vive en libertinaje. Ahí existe una población flotante muy activa, con poco o nuylo freno,  y una sociedad permisiva que impacta negativamente a las familias. Ante el mundo que ven, adolescentes caen en las garras del vicio y luego ya es demasiado tarde.

Lo padres deben enseñar a sus hijos a medir riesgos cuando tienen ante sus ojos escenarios por primera vez, como las fiestas clandestinas donde les ofrecen bebidas, drogas y sexo en paquete. Si, en paquete. Por un “cover” de cierta cantidad de dinero, les ofrecen todo eso, sin pensar en las consecuencias que resultan de  esas conductas.

Y otra cosa bien sabida es que en los bares sirven a veces bebidas adulteradas dañinas, sobre todo cuando los  clientes ya están pasados de copas. Sabrá Dios qué se les vende. Las y los jovencitos se exponen también a ser objeto de atraco pues les pueden mezclar   drogas u otras sustancias igual de dañinas en sus bebidas. Si los padres supieran a qué se exponen sus hijos cuando asisten a tales lugares, no los dejarían salir fácilmente.

El sexo desenfrenado es también una práctica que cunde. Es la época de los sentidos. El sexo manda, el sexo vende, pero también destruye. Urge a los jóvenes atención en el hogar acerca de su sexualidad y sobre los peligros que enfrentan fuera de él. Ellas, sobre todo, pueden ser víctimas de violencia sexual, de engaño y hasta de muerte si son sorprendidas por mafiosos   que les hablan bonito.

Las fiestas, sexpartys les llaman en USA, no son  para divertirse sanamente, sino para compartir experiencias  sexuales mezcladas con el consumo de alcohol, tabaco y drogas. Los más vivales, como resulta lógico, han de aprovechar los momentos de debilidad de chicas desorientadas para abusar de ellas, y casi darles el trato o el uso de un trofeo cualquiera. Ya basta,  pues.

Pongamos atención a nuestros hijos y orientémoslos. A un lado la indiferencia o la   flojera,  las consecuencias negativas no habrán de esperar. Más vale un grito a tiempo que años de silencio.

Mostrémosles a los hijos el valor del respeto que deben tenerse a sí mismo. Nadie tiene derecho a destruirles la vida o burlarse de ellos. El camino viable es aquel en donde solo se exige el esfuerzo continuo para ser personas cabales y el uso correcto de  su libertad, entendida este como el signo vital de una vida constructiva, plena.

Amor y más amor a los hijos. Educación y más educación a los hijos. Como padres, hemos de enseñarles a ser personas libres y capaces de hacer vida los valores morales.