MÁS FUERTES QUE UNA CEIBA

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Por: Antonio Valdés 

La enorme ceiba se agitaba de un lado al otro en los fuertes vientos de la tormenta del
huracán Pauline en octubre de 1997. Alina mi compañera de trabajo le encantaba ese
árbol, el cual no solo había provisto refugio de la lluvia y el gran torrente de agua que
pretendía desprendernos del árbol pues nos habíamos amarado para evitar que nos
arrastrara el alud que bajaba de la montaña, pero ahora, la violenta tempestad estaba
arrancando la ceiba con todo y raíz.

Rápidamente, Alina se apresuró para intentar rescatar nuestras pertenencias sin éxito y
ver el árbol de muchas décadas arrastrado por las potentes aguas. Prontamente corrimos
cuesta arriba de la montaña para ponernos a salvo del alud que se aproximaba sobre el
cauce crecido del río. Pero por más que tratamos, nos alcanzó la fuerza y fuimos
arrastrados junto con la ceiba hacia el poblado más próximo.

David se sentía tan vulnerable y débil que temía que Dios guardara silencio y lo dejara
morir y en uno de sus Salmos nos dice «Oye la voz de mis ruegos cuando clamo a ti», le
dijo a Dios. El Señor le dio la fuerza para seguir adelante, aunque la relación con su hijo
nunca se restauró.

¡Cuánto anhelamos evitar que sucedan cosas malas! Si tan solo pudiéramos hacerlo. Pero
en nuestra debilidad, Dios promete que siempre podemos clamar a Él como nuestra Roca.

Mi amiga Alina y yo salimos raspados, sin pertenencias, muy asustados pero agradecidos
con Dios por haber sobrevivido al ser arrastrados por el huracán más fuerte de la
temporada.

Señor, ayúdame a recordar que, sin ti hoy no estaría con vida, y que sin ti nada puedo
hacer.

¿Alguna vez te sentiste vulnerable e incapaz de solucionar una situación? ¿Cómo viste a
Dios obrar en medio de eso?

¡Soy más fuerte que una ceiba!