TONALTEPETL

0

Por: Gustavo L. Solórzano

Éramos niños y lo único que nos dolía era el desprecio de algún amigo o amiga y a veces, una acción que considerábamos agresiva de su parte. Sobre todo, de aquellos cuya amistad era significativa, pues de pronto se daba el abuso de dos o tres en contra de uno solo. Estábamos creciendo y aprendíamos desde nuestro sentir, a discernir entre lo bueno y lo malo. Víctor nos mostró un día, muy orgullosamente, su álbum familiar. Sus padres, don Víctor y Doña Meche lucían jóvenes y felices en la majestuosa playa de Cuyutlán. Un lugar que Don Víctor amaba y cuya última voluntad fue que después de incinerado, sus cenizas se esparcieran en la ola verde.

Algo pasa, de pronto crecemos y nos alejamos, el tren de la vida nos lleva por diferentes caminos y en no pocas ocasiones, nos aleja para siempre de aquellos que consideramos indispensables en algún momento de nuestra existencia. ¿Qué situaciones pasan por nuestra mente o que ideas para tomar caminos distintos? No lo se a ciencia cierta, dicen los eruditos que cada persona tenemos un plan de vida distinto mientras estamos aquí, quizás eso ha de ser, mas no por ello deja de doler cuando perdemos a nuestras amistades.

El jardín chiquito, o de la soledad y hoy llamado Gregorio Torres Quintero, fue el escenario de nuestros juegos, verdaderas aventuras que estoy seguro, viven entre los más bellos recuerdos de quienes estuvimos ahí. José Adrián Bañuelos Salazar, (Chevio) Pedrito el “Mocho”, Don Nicho y Don Darío los de la fruta, Don Atanasio el de la nieve, junto con Don Roberto el Niños lloren, Don Manuelito con sus dogos y posteriormente exquisita nieve, “El Chaparro” con sus deliciosas aguas frescas, Gabrielito el de la farmacia Guadalupana, el Pollito Macedo con la farmacia el Refugio, Mariquita Barajas de Casa Mary, además de Carmelita Sierra Ceja y Don Eliseo Castañeda, la familia Cervantes.

Don Toño, Don Ramón y Don Nacho, los tres de apellido Moreno, las cuatas y Doña Gloria, de la misma familia, Don Lucas Huerta, Don Pedro Villarruel con la Copa de Oro, Doña María Salvio y Don Miguel Sapién, con el restaurante Santa Rosa. Los González de la Huarachería, Don Alfredo y Don Camilo Assam, con el restaurante la Fuente, Don Arturo Anaya Chaparro con su periódico La Voz de Colima.  Y muchos personajes más, que me llevaría tiempo y espacio nombrar, todos ellos gente buena y servicial, que apoyaban a Colima con su comercio. Buenos vecinos todos, de un Colima que ya no existe y que obviamente no volverá.

Cuando esto escribo, me entero del sentido fallecimiento de Doña María Mercedes Cerda Ávila, viuda de Don Víctor Vázquez Santoyo y madre de una maravillosa familia. Con sincero pesar me uno a su dolor y deseo que nuestro gran padre madre traiga la paz necesaria para todos. Que en paz descanse Doña Meche.

“No es más que un hasta luego, No es más que un breve adiós, Muy pronto junto al fuego, Nos reunirá el Señor”…

ABUELITAS:

Amables lectores de esta columna, me hacen llegar diferentes temas a manera de sugerencia, para que los comparta. Observaciones que, sin duda, las entiendo con la intención de mejorar la imagen que ha tenido nuestro estado por años, como ciudad limpia y próspera. Hace días escribí sobre el abandono total que guarda el libramiento de acceso y salida a nuestra ciudad capital y así continúa, lamentablemente. Polvo, maleza y basura son quienes dan la bienvenida a propios y visitantes. “La idea es propositiva cien por ciento y ojalá sea tomada en cuenta”, me dice un leyente. Y agrega, “hasta yo le entro, si es necesario”. Aquí dejo la observación-propuesta y ojalá alguna institución La haga propia. Es cuánto.