TAREA PÚBLICA

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DINERO, EJE DEL MAL

Por: Carlos Orozco Galeana

En diciembre pasado viajé por motivos de trabajo a la ciudad de Zitácuaro no sin antes haber librado un bloqueo impuesto por productores de sorgo que pedían mejores precios de garantía. Me percaté que no todo es violencia en Michoacán, aunque sí admito que son varias las regiones  sede de grupos delincuenciales que se disputan el control del territorio, particularmente Apatzingán, el puerto de Lázaro Cárdenas  y el consabido liderazgo para realizar sus acciones a la mayor escala posible. Una opinión más es que sí percibí una amenaza al estado de derecho y que urgía a actuar.

Michoacán, sin embargo, es un estado distinto al que existía hasta antes de la explosión violenta producto del narcotráfico y cierto es que la delincuencia creció durante los últimos 18 años en que fue gobernado por la izquierda, fuerza ineficaz para garantizar la seguridad y dar mejores resultados que los gobiernos  anteriores a los que sin embargo sigue criticando.

Primero fue Felipe Calderón y luego es Enrique Peña Nieto quien desea regresar la paz a ese estado del occidente del país. No es empresa fácil por su extensión territorial y por la fuerza económica y  organizativa adquirida por  los narcotraficantes que, según algunas publicaciones, ofrecen plata o plomo a autoridades que pudieran interrumpir su trabajo o combatirlos. Es evidente  que se escoge la primera opción,  o  se renuncia al trabajo.

¿Qué es lo que mueve a los grupos criminales? ¿Enfrentarse al estado para comparar capacidades? ¿Instaurar un estado u otra entidad dentro de otra? ¿Hacerse del control político? ¿Obtener dinero y poder mediante la violencia? Lo que los mueve es el afán de dinero por lo que el acopio de este significa. Dudo que quienes se dedican a la actividad provengan de familias acaudaladas o que persigan ideales nobles. No, aunque hay excepciones, la mayoría proviene de hogares desechos, destruidos por el abandono de los padres, porque no pudieron tener una vida igual a otros niños o jóvenes que sí tenían el amor de ellos, cuidados y otras atenciones que se viven al interior de las familias  unidas.

El gobernador de Michoacán, que no sabe aún dónde quedó la bolita,  no se cansa de decir  que la violencia es producto  fundamental de la falta de dinero. Reduce el problema a que faltan recursos para adquirir armas, equipos varios, y desplegar con más fuerza la acción del Estado en la lucha contra los criminales. Difiero de tal afirmación y  advierto que la causa de esa violencia no tiene por origen la falta de dinero del gobierno, sino que está en el declive sufrido por la educación los últimos años. Somos, en esencia,  una nación de reprobados, para empezar. Y somos un país de familias extraviadas que perdieron su esencia de lo que son.

Muchos intelectuales aseguran que el mal está enraizado, profundamente. Dicen y dicen bien  que la familia como célula donde nace y se reproduce el amor está viciada. Si cada familia entrega a la sociedad  a través de sus hijos la riqueza humana que ha vivido, con razón se puede afirmar  que de la salud y calidad de las relaciones familiares depende la salud y la calidad de las mismas relaciones sociales.

Los últimos años, la familia no ha entregado cuentas cabales. No ha educado lo necesario a las generaciones nuevas. Porque la vida familiar auténtica enseña a vencer el egoísmo, a nutrir la solidaridad, a no desdeñar  el sacrificio o la felicidad del otro, a valorar lo bueno y lo recto, y a ser responsable de cara a sí mismos y  a los demás. Y si a eso enseña, quiere decir que cuando el móvil de los individuos es obtener dinero por la vía que sea, estamos hablando de un fin perverso, corrupto.

Hay que volver ahora a la buena educación,  copiar a los pueblos poderosos que hacen las cosas bien y apuestan su capital y  destino a la educación, que es como se mide el progreso social. Olvidémonos de los pib, de las reservas financieras, de las estadísticas. Digamos pronto a los pequeños que el dinero es una mercancía y que lo importante es el amor, el respeto, la solidaridad y todos aquellos valores que hacen grande al hombre.  Y que  el eje del mal, para no caer en su trampa,  es el dinero.