El complejo que comprende una iglesia, 15 celdas que albergaban a los frailes dominicos; baños, cocina y un jardín, fueron intervenidos por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (IHAH), el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, el gobierno estatal y diversas fundaciones, explicó Juan Urquiaga Blanco, encargado de estos trabajos.
La joya de la arquitectura colonial, en donde el presidente Felipe Calderón inauguró el martes el museo, presentaba problemas estructurales “graves” por el sismo de 1999, lo que generó alerta entre los especialistas, dijo.
El arquitecto recordó que en 2009 inicio con la intervención del complejo, con la atención de grietas y desprendimiento en las bóvedas trasera del templo.
Explicó que con una inversión de 95 millones de pesos y tres años de trabajos además de la intervención de más de 400 personas, se ha brindado atención al retablo mayor y sus 13 óleos, que han sido atribuidos al pintor sevillano Andrés de la Concha, esto además de la pintura mural que decora la nave.
Único por su forma heptagonal (de siete calles), este retablo que se encuentran al interior de la iglesia, mide 10.90 de altura y 6.76 de ancho, mismo que fue reforzado a finales de los 90.
“Respetamos la estructura, métodos de construcción y materiales originales del conjunto conventual”. Abundó que los trabajos de rehabilitación requirieron del retiro de elementos agregados en épocas anteriores. Todo se hizo con base a una investigación solida en la arquitectura original del conjunto.
El ex convento, construido durante 25 años por 6 mil indígenas, es atribuido al dominico fray Francisco Marín.
De cristos y arcángeles
Como algo único calificó la restauradora Fernanda Muñozcastillo Manterola, el hallazgo de cinco cristos que datan del siglo XVI y XVII y que ahora son exhibidos en el museo dentro del ex convento.
“Los cristos estaban perdidos con el tiempo, arrumbados, por lo que se tuvieron que intervenir desde 2007”, expuso la experta quien dijo que estas imágenes (de al menos 400 años de antigüedad) eran utilizadas en las procesiones católicas.
Los cristos fueron donados por las propias familias; cada uno con coronas y clavos de plata, aunque hubo dos hallados con ataque de terminas.