LUCY

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Por: José Díaz MadrigalAl principio Lucía se quejaba de que no podía dormir, que se le iba el sueño; después en las noches siguientes sentía el pecho apretado, como que le faltaba el aire. Ya de madrugada, por allá al filo de las 4 de la mañana, cerca del tiempo de primavera escuchaba por la ventana de su casa, el canturrear de las golondrinas.Comentaba Lucy que tenía la sensación de que esas avecillas se burlaban de ella por no lograr conciliar el sueño; puesto que llevaba horas despierta nomás dando vueltas en la cama esperando el alba, con el ojo pelón sin haber descansado, acostada entre sábanas húmedas de sudor. Luego más tarde debía levantarse, para hacer frente a la rutina de las obligaciones y también a un montón de tristeza acumulada sin explicación que le apachurraba el alma.Con frecuencia esa falta de sueño le provocaba crisis de ansiedad, alternadas con períodos de silencioso aislamiento. Una psicóloga amiga de ella, le dijo un día: lo que tú tienes es depresión. Te voy a explicar, ésta enfermedad es un mal complicado con síntomas que van desde ataques de angustia, incapacidad para concentrarse, explosiones de rabia enojandose por cualquier cosa hasta sufrir de falta de sueño. Pero la señal más perceptible, es una profunda y crónica impresión de vacío y desesperación.Desde jovencita ya daba indicios de ese tipo de padecimiento. Como muchas enfermedades mentales que arrastran a la víctima a un territorio desconocido, fuera del razonamiento lógico, Lucy trataba de mitigar las largas horas de abatimiento y turbación emocional poniéndole nombre a su invisible atacante. Lo comparaba con un monstruo que la agredia de noche y de día. De ese modo sus familiares y amigos, sabían que cuando el monstruo la atormentaba, no había poder humano que la sacara de ese martirio emocional.Los episodios en los cuales sufría persecución por el monstruo, eran intermitentes, de repente así nomás se ausentaba su victimario y le daba chance de hacer vida tranquila. Sin embargo cada vez aumentaban los períodos. Fue cuando notó que familiares y compañeros de trabajo, la evitaban.Alguien le aconsejó que viera a un especialista. Acudió con uno de ellos, que le prescribió un antidepresivo en dosis pequeñas. El alivio que sentía era breve, después esas cápsulas le hicieron los mandados, no sentía mejoría, pero tampoco empeoraba.Por ese tiempo de relativa calma la invitaron de vacaciones. Al cabo de unos días tuvo un ataque de pánico, sin saber que fue lo que lo desencadenó. Se echó a correr yéndose a refugiar a una solitaria habitación, dejando totalmente confundidos a sus amigos.Aquellas fueron noches terribles, en las que ella misma se preguntaba sí por fin el monstruo le había ganado la partida y, era momento de reconocer su derrota.Refiere Lucy, por fortuna uno de mis amigos me prestó atención y, sin que yo lo pidiera me llevó una medicina que ni siquiera era de patente, es decir era de genéricos. La Sertralina, la empecé a tomar casi sin ganas, sólo por atención al buen amigo.Pues resultó ser un verdadero milagro. Después de unos días, el cambio fue sorprendente, gradualmente el estado de ánimo mejoró. Ella misma se ajustó lo dosificación, primero fueron dos comprimidos diariamente, ahora es suficiente con una sola pastilla cada 24 horas.La tristeza desapareció, me siento feliz -dice Lucy- sin angustia, con buenas relaciones interpersonales, capaz de disfrutar las cosas sencillas de la vida, con el ánimo propio de días luminosos, con ganas de salir, de caminar de pura alegría. Ya no siento el ahogamiento en el pecho, que me corría por la garganta, ni tampoco el vacío en la boca del estómago.Gracias a Dios y a los buenos amigos que se preocuparon por mi. Por fin el monstruo se alejó, y espero que sea para siempre.