GOBERNABILIDAD, RETO DE JIPS

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TAREA PÚBLICA

Por: Carlos Orozco Galeana

El gobernador Ignacio Peralta inició este año  con una visión muy particular: estrechar relaciones y mejorarlas lo más que se pueda con el gobierno de López Obrador y trabajar ordenadamente  en temas vitales que contribuyan a mejorar la gobernabilidad y a incrementar resultados benéficos.

Por cuestiones ideológicas esa no es tarea sencilla para estos dos ámbitos de gobierno. Peralta Sánchez se dio cuenta afortunadamente de que no convenía en su relación con Amlo las continuas críticas que le hacía a su administración en forma constante y optó en forma inteligente por llevar la fiesta en paz porque eso entorpecía la cooperación y sentenciaba quizás a Colima a no avanzar frente a circunstancias en que el gobierno federal asiste  con recursos financieros.

Para los colimenses, pues, es importante que el gobernador muestre voluntad, perspicacia  y mesura frente al hombre de los 30 millones de votos que puede condicionar apoyos a gobiernos estatales roñosos e incómodos como los que regatean su participación en el esquema de salud con el Insabi, alegando que solitos  pueden con el paquete de dar servicios gratuitos en los tres niveles en que está dividido el sector salud.

Bien portado, entonces, se ve mejor el gobernador Ignacio que este año tendrá que hilar fino frente a tres retos mayúsculos: el reto de mejorar la seguridad pública, el de aumentar la percepción ciudadana en términos favorables sobre los objetivos y metas del régimen, y el de fortalecer a su partido con acciones convincentes que lo sitúen seriamente de cara al próximo ciclo electoral donde le confrontará  una oposición más profesional,  combativa y empoderada.

Es decir, tendrá que hacer Ignacio una ingeniería política de primer nivel si desea entregar buenas cuentas a los líderes de su partido. No podrá llegar ante ellos con las manos vacías, derrotado, como cuando les enteró de los resultados del 2018 en las que su partido fue prácticamente barrido por Morena, que quiere repetirle la dosis. Por fortuna, “Amlo no estará en las boletas”, es lo que se escucha decir con optimismo en ciertos círculos del priísmo, esperanzado en recuperarse con prácticas democráticas en la elección de sus comités municipales y esforzándose en proyectar la imagen de un partido que aprendió la lección y que promete ejercer el poder de manera distinta.

Es decir, las instituciones estatales tendrán que ejercer  su capacidad al máximo  para avanzar hacia objetivos definidos de acuerdo con su propia actividad y  movilizar coherentemente las energías de sus integrantes para proseguir metas previamente definidas. En otras palabras,  como lo afirma el académico Angel Flisfisch,  las instituciones públicas para no ceder ante la crítica,  deben imprimirle   gran calidad a su desempeño considerando las dimensiones de la oportunidad, la efectividad, la aceptación social, la eficiencia y la coherencia  de sus decisiones.  De esa forma, digo yo,  permanece intacto su liderazgo hasta el final de un recorrido sexenal.

De tener dichas instituciones un modo de operación distinto a ése,  errático, poco virtuoso, sobrevendrían consecuencias que el priísmo y menos el gobernador desea: el descrédito sexenal  frente  a  múltiples necesidades insatisfechas y a merced de una oposición que a veces ni se pregunta para qué quiere el poder, pero que sí sabe  tomar  revancha política  por afrentas pasadas. 

Ante la efervescencia preelectoral, IPS tendrá que cuidar la  gobernabilidad con pinzas duras. Esa lucha  no debe incidir en el manejo puntual de los programas gubernamentales aunque  cada finalización de régimen registre un caos, como si nadie mandara, como si hubiera vacíos que otros muy vivos saben llenar.  

Con la experiencia de casi cinco años de gobernar, Peralta Sánchez ha de mantenerse distante de la lucha partidista para no comprometer en los tribunales un posible triunfo de su partido y sus aliados, porque a diferencia de lo que dicen sus opuestos  de que “el Pri está muerto y  no se han dado cuenta los priístas”, en la democracia ocurren cosas inesperadas y todo puede pasar.

La gobernabilidad, por último, es una noción que no puede inventarse  ni difundirse como un logro cuando no hay argumentos sólidos. Se basa en hechos incontrastables y en los niveles de satisfacción ciudadana.