ENRIQUE SCHÖNDUBE

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Por José Díaz Madrigal

El próximo miércoles 12 de mayo, se cumplen 94 años del cruel asesinato de un hombre que fue de gran provecho para Colima y el sur de Jalisco. Se llamaba Enrique Schöndube de origen alemán, pero con muchos años de radicar en esta parte del país.

Compró a principios del siglo pasado la hacienda La Esperanza, ubicada a unos tres kilómetros al sur de Tonila. El casco de esta hacienda, se compone de un caserón antiguo de gruesos y altos muros, que datan de la época de la colonia; que por el tiempo en que la adquirió Schöndube, estaba en franca decadencia.

Era Don Enrique un caballero visionario y de talento. Poco después de adquirir esa propiedad, se empezaron a notar las mejoras físicas en la casa principal y, de cultivo en todos los potreros que componían el inmenso predio; de tal suerte que pronto se convirtió en una próspera hacienda, en el rubro agricola y ganadera, además de industrial, puesto que también tenía un molino de caña donde se elaboraba  azúcar en marqueta y el dulce piloncillo; que eran despachados desde la cercana estación de tren en Tonilita, con destino a diversas ciudades del interior de la república.

Debido a las innovaciones que implementó, encima de un trabajo tenaz, constante y esforzado; el éxito económico no se hizo esperar. Con los logros monetarios que le daba La Esperanza, pronto tuvo el dinero para comprar dos grandes ranchos aquí en Colima; el primero en Ixtlahuacán,  en aquel tiempo este municipio era mucho más extenso de lo que es hoy en día, en ese tiempo el rancho llamado La Laguna, pertenecía al municipio de Ixtlahuacán, pero ahora está dentro del municipio de Tecomán. El segundo rancho que compró, es el conocido como La Cuarta, más cercano al por aquel entonces pueblo de Tecomán. Asimismo tomó en arrendamiento la hacienda de Colomos, enclavada en la municipalidad de Comala, propiedad de su tocayo Enrique de la Madrid.

Con el caudal de recursos visionarios que poseen los hombres exitosos, Schöndube incursionó también en otro tipo de negocios. Importaba desde Europa maquinaria para diversos usos. De este modo trajo maquinaria para la generación eléctrica, con lo cual pudo establecer un convenio con el gobierno de Colima, para abastecer parte de las necesidades eléctricas de alumbrado público; haciendo con esto una sana competencia a la compañía hidroeléctrica de El Remate, propiedad de Luis Brizuela.

Triunfó prácticamente en casi todos los proyectos que se proponía, para inicios de los años veinte; sus empresas iban viento en popa. Daba empleo bien remunerado a cientos de trabajadores que llegaban de distintos lados. Por ese tiempo, con el poder adquisitivo que tenía; engrandeció su propiedad, comprando terrenos vecinos a los de él, así pues, los dominios de La Esperanza, eran desde las faldas del volcán, comprendiendo las rancherías de Caucentla, El Fresnal, Cofradía; hasta el sur llegando a la estación Tonilita.

A mediados de los veinte, a nivel nacional al arrancar la administración de Plutarco Elías Calles; se divisan los signos de la discordia entre el pueblo y el gobierno, que tenía una postura agresivamente anticatólica, la de este presidente.

El Turco -asi le decían a Calles, mote del cual se ufanaba- cerró templos, clausuró seminarios, encarceló sacerdotes y a otros los expulsó del país; de tal modo que propició el levantamiento Cristero, mismo que tuvo su mayor fuerza en los estados del occidente de México

La parte norte de Colima y la región sur de Jalisco, fueron los primeros en levantarse en armas contra el gobierno de Calles. Los soldados Cristeros provenían de poblados y rancherías de todo este rumbo: Quesería, Alcaraces, Cuahutemoc, Tonila, San Marcos, La Esperanza. . . Todos estos soldados, la mayoría jóvenes entrones, se enfrentaban a un ejército regular, preparado y bien armado.

Debido a causas totalmente ajenas, en las que no estaba involucrado; la mañana del jueves 12 de mayo de 1927. Enrique Schöndube perdió la vida a manos de un Cristero. Sabiendo este, porque había trabajado en La Esperanza, que Don Enrique tenía cartuchos de dinamita, que usaba para abrir túneles en los cerros, para conducir agua a los campos de riego de la hacienda. El soldado Cristero le pedía la dinamita para destruir la vía del tren, en el momento que pasara un convoy militar. Mira muchacho, le decía Don Enrique, tal vez sea algún tren de pasajeros civiles que por equivocación vayas a volar. Ante la negativa, el soldado le descargó un balazo, en el abdomen de Don Enrique.

Sobrevivió algunas horas al disparo, que le dió tiempo para indicar el lugar donde quiso que lo sepultaran. Sus restos descansan para siempre, al pie de una frondosa parota que todavía existe, cercana a la casa de la hacienda.

Después de su muerte, La Esperanza y todos los negocios de Schöndube, se empezaron a venir a menos o de plano a no funcionar. De La Esperanza se abastecía de luz a Tonila, como ya no se le daba mantenimiento a la planta generadora; llegaba una lucecita muy débil a Tonila. Un vecino guasón de este lugar, le reclamaba a un cobrador de la luz: oye, “ya ni la chingas, arde más una mentada de madre, que lo que arde el pinche foco que tengo en la sala, con la luz que tú me mandas de La Esperanza”.