En defensa de los maestros (y los estudiantes)

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PARACAÍDAS

Por: Rogelio Guedea

El presidente López Obrador sigue firme en su determinación del regreso a clases pese al pico tan alto que ha alcanzado la pandemia en estos momentos y todos sus seguidores han reproducido (y justificado) su mensaje sin importar no sólo las consecuencias que esta decisión acarreará sino incluso sin tomar conciencia de las ofensas que muchos cuatroteístas han proferido en contra de los maestros. Los mensajes de odio en contra del magisterio (a quienes se les reprocha holgazanería y ganas nomás de cobrar sin trabajar) llevan el reclamo implícito de que en todo este tiempo los maestros han estado de vacaciones y es hora de que devenguen el sueldo que se les paga, sin saber que desde que empezó la pandemia los maestros no han dejado de trabajar un solo día, desde el nivel escolar más básico hasta el universitario. El gobierno federal, en publicidad oficial, ha promovido la idea de que el regreso a clases es seguro puesto que los maestros están vacunados y los niños no transmiten el virus, pero lo que se ha obviado y no se dice es que, por un lado, más de ochocientos niños han sido hospitalizados por Covid, lo que prueba no sólo que se contagian sino que también contagian, y, por el otro, que los maestros fueron vacunados con una vacuna que ni siquiera fue aprobada por la Organización Mundial de la Salud y, además, que en fechas recientes se supo que para que su efectividad pudiera garantizarse había que aplicarse una segunda dosis, la cual todavía nadie tiene. Hacer, pues, que los maestros (mal vacunados) y los niños (no vacunados) se reúnan en un aula no sería sino encender la mecha de una bomba que terminaría por dinamitar el sistema de salud mexicano, de por sí en ruinas. En Colima, por ejemplo, la situación de la emergencia sanitaria es alarmante, nos encontramos en semáforo rojo y en código negro, lo que quiere decir que el número de contagios es peligrosísimo y que no hay forma de contenerlo pues el sistema de salud ha colapsado, de lo contrario no se habrían tenido que habilitar camas en la Unidad Morelos. Si tomamos en cuenta que, según un reporte de la Revista de Educación Superior de Estados Unidos,  las instituciones y centros educativos son los principales entes de proliferación de la pandemia,  continuar con la idea del regreso a clases no sería sino perpetuar la emergencia sanitaria y propagar el dolor de miles de familias que se han visto afectadas por ella, además de seguir causando severos daños al sistema de salud, la economía e incluso la seguridad de nuestra entidad. Es plausible que la Universidad de Colima, por ejemplo, opte por continuar con un sistema mayoritariamente en línea,  pero lamentable que la educación básica estatal sea obligada a estas alturas a un regreso a clases que cualquiera podría tachar de irresponsable. Lo más reprochable de todo es que en ese afán por “respaldar” la decisión del presidente se esté satanizando a los maestros y se les esté insultando con epítetos que avergüenzan y lastiman. Como lo he dicho, los maestros (de todos los niveles) no han parado de trabajar. En la Universidad de Colima, insisto y me consta, se había preparado todo para el regreso a clases, incluido un detallado protocolo con el mismo propósito, pero al cuarto para la una vino de nuevo otro brote terrible de contagios (el que todavía padecemos) y eso obligó a dar marcha atrás a la decisión tomada, cosa que se agradece por el bien de la comunidad universitaria y de Colima en general, pues la comunidad universitaria es parte también de la sociedad colimense. Ante la situación tan terrible que guarda la pandemia en nuestro estado en este momento,  la idea del regreso presencial a clases, por tanto, no sé si se pueda interpretar como una inconsciencia mayúscula o como una voluntad genocida, pero en cualquier caso será una actitud insensata que lo único que causará es agregar más y más dolor al dolor que ya existe.