COMANDANTE EN JEFE

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Por: José Díaz Madrigal

La forma protocolaria era: asumo el mando supremo de las fuerzas armadas. Con este emblemático ritual, los presidentes de México tomaban el control del aparato militar del país.

Lejos quedaron aquellos distinguidos tiempos, donde los símbolos, los distintivos y los modales; definían una mística de la superioridad jerárquica en el arribo de una nueva autoridad. Era un conjunto de usos habituales que marcaban la solemnidad por el jefe que llegaba.

Los que recuerdan todavía el timbre de voz imperiosa, con gallardía de López Portillo; o el estilo ceremonioso y elegante de Miguel de la Madrid; o más reciente la palabra clara y fluida de Calderón. Se han de preguntar que le pasó a la investidura presidencial, con un presidente de voz estropajosa; sin gallardía ni elegancia, mucho menos fluidez.

Manuel Benítez “El Cordobés” fue un famoso torero español de los años sesenta del siglo pasado. En alguna ocasión un cronista taurino de esa época le preguntó ¿podría usted decirme en pocas palabras, cuál es el secreto de su éxito cómo torero? A lo que de inmediato el Cordobés le responde: es muy sencillo, primero que todo es muy importante parecer torero, luego caminar como torero y por último saber torear.

Los tres expresidentes mencionados anteriormente, tuvieron su propio cuestionamiento en sus respectivas administraciones; pero lo que si nunca se les cuestionó, fue que no parecieran comandantes supremos de las fuerzas armadas; como al actual presidente, que repitiendo coloquialmente lo que dijera “El Cordobés” a modo de ejemplo: No parece torero, ni camina como torero ni tampoco sabe torear.

Con este presidente los soldados están perdiendo el respeto y el prestigio que, calladamente se habían ganado entre el pueblo. Es en verdad indignante para muchos ciudadanos y sobretodo entre los militares y marinos; el trato humillante que se les ha dado a miembros de las fuerzas armadas, por parte de algunos grupos delincuenciales. Los han golpeado, les han quitado las armas porque prácticamente están maniatados, se ríen y se burlan de ellos hasta les han quemado sus vehículos.

La fallida estrategia de López Obrador de, abrazos y no balazos; está engrandeciendo a distintas agrupaciones del crimen organizado y por otro lado debilitado a quienes se encargan de cuidar la seguridad de los habitantes de este país.

He conocido militares en retiro que comentan lo siguiente: en sexenios anteriores a los soldados se les pagaba bien, nos rendía el dinero; teníamos lo suficiente para cubrir los gastos familiares, en cambio ahora les han aumentado las tareas que deben cumplir, se les han asignado nuevas comisiones y lo peor es que tienen un sueldo malo.

Hace unos días la Secretaría de la Defensa Nacional, reconoció el bajo nivel de vida de los militares mexicanos. Determinado por la austeridad que se implementó a la llegada de López Obrador.

Uno de los lemas más conocidos entre la tropa, es el de “Lealtad a toda prueba” que es parte esencial de la verticalidad de los escalafones de mando y que es deber atender con rigurosa disciplina.

Los soldados y marinos de México son leales al titular del ejecutivo nacional, sin embargo el presidente es un desleal con ellos. Lealtad con lealtad se paga y López Obrador en este asunto y en muchos más, es un mal pagador de lealtades. No sabe cumplir su palabra.

La anunciada y muy sonada pacificación del país, ha sido un fracaso desde cualquier punto de vista que se le quiera ver. La metodología echada andar desde la presidencia, no funciona. Los expertos en seguridad, hablan de reforzar la tecnología, de incrementar la prevención del delito con especialistas en inteligencia militar y lo más importante en el campo de acción que, durante operativos armados, no restarles fuerza ni autoridad, ni tampoco quitarles eficiencia en el combate, mientras se esté desarrollando una misión militar.

Los mexicanos hemos perdido al haber permitido que, arribara un profesional de la mentira y el engaño a la presidencia. Lo estamos resintiendo el pueblo en general y las fuerzas armadas no son la excepción, de este resentimiento.