Alfonso Borrego de los profesores que aman enseñar y hacen que sus alumnos amen aprender

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Entre libros y café

Por: José Luis Cobián León

 

“La Cultura es lo que permanece cuando todo ha sido olvidado”. Herriot.

Estableciendo el fino ritual de las palabras estrechadas en abrazos sin tiempo, contarles sobre la sabiduría de un profesor violinista y bonachón. Alfonso Marcial Borrego Sánchez es uno de esos sabios y grandes combatientes con los que cuenta Manzanillo, quien con la intención de lograr el entendimiento con la música tendió un puente definitivo, y lo sigue haciendo, entre niños y jóvenes del municipio, como el que logró durante catorce años hasta finales del 2023 en el Centro Universitario de las Bellas Artes de Manzanillo (CUBAM), sin embargo, aún sigue dejando un legado a través de sus acciones, por ello, merece un agradecimiento que no se le ha tributado aún.

Tras saber de su salida, tecle día y noche para dar forma a un escrito que sembrara la sensibilidad, sin embargo, entre el cierre de fin de año y las actividades no me lo habían permitido, hasta ahora. Reconozco en Alfonso Borrego su entrega con la gente, su trabajo desinteresado y tenaz que le ha granjeado el reconocimiento de todos los que le conocemos, como cuando inició el taller de violín en el CUBAM, que sin percibir ningún sueldo (situación que se reguló años más adelante), simplemente por el gusto de estar en la música y trasmitirla a sus alumnos, aplicaba lo que dijera Álvaro Mora: “Todo violín finalmente solo es un trozo de madera con cuerdas hasta que las manos del músico lo transforman”, logrando así con cada violín en las manos de sus alumnos la magia de la música.

Como padre y amigo, tengo con él una deuda de gratitud, porque no he olvidado lo que le debo y le debemos muchos de los que llevamos a nuestros hijos a estudiar con él, recuerdo cuando mi hija cursando el taller de ballet clásico en el CUBAM a la edad de 7 años traía la inquietud de estudiar también violín, pero fue hasta los nueve años que tras insistirnos nos acercamos al profesor, y en ese mismo instante, sin conocernos, sacó un violín y se le entregó a mi hija diciéndole: “úsalo hasta que te compren el tuyo y si te tardas no importa, lo importante es que aprendas”, convirtiéndose desde ese entonces en un recuerdo teñido de ternura; lo maravilloso es que esto mismo lo hacía con cada alumno.

Hace unos días lo busqué y le dije, – ¡nos hemos ganado un trago! -, fue así, que nos dirigimos a Santiago a tomarnos un café, hablamos de todo, incluso de las luchas culturales de los que alguna vez hemos sido presa de ataques personales sin asomo de seriedad crítica por parte de algún compañero, cuando deberían tener en cuenta que la verdadera misión del artista no consiste en juzgar, sino en entender. Un accidente nos llevó a hablar de política, entonces, al igual que esgrimistas buscábamos un hueco donde asestar uno al otro una estocada para lograr el ansiado touché, pero a punto de perder la cordura nos rehicimos admirablemente, tomamos una pauta reflexiva y tras reírnos brindamos por la libertad de pensamiento, dejando que el tiempo nos dé la razón, a uno o al otro.

Se dice que la vida es un naufragio y cada uno hecha a nadar como puede, así fue la niñez de Alfonso con la música, en especial su amor al piano, aunque su mamá lo animó por el violín ingresándolo en la escuela de música en CDMX, cuyo mérito natural le valió ser aceptado después de haber aprobado el examen, aplicado nada más y nada menos que por el director del instituto, en materia de inducción, apreciación musical, historia de la música, solfeo e instrumento. Posteriormente continúo sus estudios de música en la UNAM en nivel preparatoria, sin embargo, fueron las circunstancias que lo llevaron a concluir sus estudios en la Escuela Nacional de Turismo, por lo que al egresar no fue difícil trabajar como guía turístico, posteriormente contrajo nupcias con la estimada Aurora López Mondragón, también egresada de Turismo, pasado el tiempo tuvo que ser el pilar junto a su padre de la prometedora empresa familiar con presencia nacional, llevándolos por años de bonanza y prosperidad familiar, pero fue con la entrada del libre comercio que los obligó a cerrar el negocio, pero esa es otra historia.

Fue el tiempo que lo confabuló de nuevo con el arte, al ingresar a un grupo musical en la Escuela Nacional de Música, contando entre algunos de sus logros, el formar un grupo musical con el que logró una gira por Tecoma, Veracruz, y San Luis Potosí, por otro lado, en el CUBAM, conformó violines, así como ser parte esencial de la obra Romeo y Julieta con la compañía del Ballet Clásico y todo el equipo, asimismo, dio clases en la Casa Hogar Los Angelitos, donde salió a diferentes universidades de Estados Unidos tocando música tradicional mexicana. Recientemente forma parte de dicha institución donde sigue creando magia.

Pero la bolsa de apuros del profesor es como la de aquel hombre que le recomendaron abrir la biblia para encontrar un consejo, cuando lo hizo su vida cambió para bien, cuando le preguntaron qué página leyó, les contestó, -el capítulo 18, – ¿y qué decía? –a no nunca lo leí, solo vi que el capítulo 17 ya había terminado y que tenía que empezar en el capítulo 18 que estaba recién empezando. Así es la vida del profesor en los proyectos, sin pensar en el pasado para seguir adelante, porque es una de sus grandes cualidades, la responsabilidad. Y así todo en la dirección correcta con su constante afán de conocimiento le llevó a relacionarse con los más diversos grupos de pensamiento y artísticos, disfrutando siempre de bellas melodías que han constituido para él la sal de la vida, lo que me lleva a plantear si de él se puede decir que tiene una vida de novela o una novela de una vida.

Finalmente se dice que, al recordarse, no hay persona que no se encuentre consigo misma, yo por mi parte al igual que el gran número de alumnos, padres y amigos, seguiremos recordando sus gestos y su música para encontrarnos con un gran ser humano, que lo ha convertido en el profesor idóneo que toda institución cultural debe tener, por su paciencia, entrega y profesionalismo, lo que permitirá que siga dejando huella en su camino. Para que no quede nada en el tintero: [email protected]

P.D. Agradecer el valioso apoyo en mi camino cultural de algunos amigos: Juan y Rodrigo Romero, Rubén Calderón, Ricardo Contreras, Roberto y Juan Michel, Miguel F. Soni, Tere Valencia, Edith Valerio, Lourdes Denis, Paola Carbajal, Ana Cruz, Darío Cuellar, Marichuy, Guali, Marcos y Samuel Sánchez, Abraham González, Verónica Aguilar, Julián Hernández, Maritza Amador, Héctor Arresola, Daniel Elizalde, Arturo Orozco, Francisco Muñoz, Adrián Pérez y Arón Munguía.

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