CULTURALIA

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CON EL PRETEXTO DEL 20 DE NOVIEMBRE

 Por: Noé Guerra Pimentel

Mucho, desde párvulos y hasta el cansancio nos han repetido los mismos cuentos, fantasías sobre personajes y supuestas hazañas, individuos a los que solo con el fundamento de su existencia y circunstancial participación y ocultándoles su condición real, según convino al grupo en el poder, se les han inventado y crecido perfiles que muchos de ellos ni imaginaron tener, falsas motivaciones y hasta sucesos en los que ni participaron ya no digamos personalidades que por supuesto estaban lejos de tener frente a la realidad en la que eventualmente se desarrollaron en aquel México que despertaba al siglo XX, época en la que la población moría por tifo, viruela y paludismo, y por la más mortífera, la influenza española, epidemia de la que se calcula dejó más de 300 mil víctimas mortales solo en nuestro país. Aquí debo apuntar que por esta y otras causas en los últimos años del Porfiriato las condiciones de vida empeoraron para casi toda la población: entre 1895 y 1910 la esperanza de vida descendió de 31 años a 30 años y medio, los niños morían mucho, el índice creció de 304 a 335 por cada millar. 

Francisco Ignacio Madero encabezó un movimiento en contra el presidente Porfirio Díaz, eso es real, pero se oculta la evidencia de que antes aspiró a ser el vicepresidente del mismo satanizado personaje. Hecho que históricamente, suele ser referido como el acontecimiento político y social más importante del siglo XX en México, no obstante que Madero, de un metro 55 centímetros de estatura, usó el lema “sufragio efectivo, no reelección” utilizado por Díaz cuando combatió los deseos de Juárez por reelegirse, por lo que Madero reutilizó la frase para que la gente recordara que en el pasado había sido Díaz el que estaba contra la reelección. Madero, el abstemio y frugal, al que los medios de la época calificaron de “loco que se comunicaba con los muertos”, sin que eso fuera campaña negra, era verídico, está documentado que “el mártir de la democracia” era espiritista desde 1891, luego de conocer la obra de Allan Kardec, padre de dicha doctrina. Más de 300 cartas dan cuenta de lo que los espíritus “le dictaban y recomendaban. No hablaba con los espíritus, ellos se comunicaban mediante escritura automática.

Igualmente hay que recuperar que Madero ya Presidente de México luego del exilio de Díaz, fue el primer gobernante que voló en avión, era un biplano que por cuatro minutos sobrevoló los llanos de Balbuena, fue como copiloto de un francés de apellido Diyot. Francisco Ignacio es el mismo que no le creyó a su hermano Gustavo cuando éste, con las pruebas en la mano había apresado a Huerta por conspiración, llevándoselo a su hermano, quien sin más lo dejó ir dándole 24 horas para probar su inocencia y cuestionada lealtad, hecho ocurrido en plena Decena Trágica, con lo que visto desde acá nos damos cuenta que con ese hecho el Presidente firmó su sentencia de muerte y no solo la de él, sino también, como sabemos, la de José María Pino Suárez, el vicepresidente y la de Gustavo, su hermano, que oportunamente lo había prevenido.

Acto criminal con lo que de hecho inicia la parte más sangrienta del movimiento, cuando Carranza, Obregón, Villa y Zapata, entre otros, cierran filas contra Huerta y luego se da el “todos contra todos”, en una lucha que se prolonga por más de una década. Pero antes tenemos el caso de Pedro de Lascuráin, quien luego de jurar el cargo a las 17 horas con 15 minutos de aquel 19 de febrero, renunció 45 minutos después, a las 18 horas, tiempo que solo sirvió para que, en acatamiento de la Constitución, designara a Victoriano Huerta como secretario de gobernación y, con ello, cambiara para siempre el rumbo de la historia de México.

Pero después de aquellos días de incertidumbre focalizada en la ciudad de México, qué otra cosa fue la revolución mexicana, sino una lucha regional encarnizada en la que los aliados se convirtieron en enemigos y viceversa, así tenemos que los llamados caudillos vergonzosamente terminaron asesinados entre sí. Venustiano Carranza Garza mandó matar a Emiliano Zapata Salazar; Álvaro Obregón Salido y Plutarco Elías Calles se encargaron de aniquilar a Venustiano Carranza y al ya retirado Doroteo Arango Arámbula (a) Pancho Villa; y, finalmente, Plutarco a su exjefe Álvaro Obregón, quien pretendía regresar a la Presidencia. Personaje, Obregón, del que por cierto, aparte de su astucia como estratega militar, se cuenta que al recobrar la conciencia luego de la granada que le había volado el antebrazo, al ver su condición sacó la pistola con su mano izquierda y sin más la accionó sobre la sien, pero el arma estaba descargada, su ayudante la había limpiado y se la había dejado en el buró, pero sin balas.