TONALTEPETL

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Por: Gustavo L. Solórzano.

Con el sol de mediodía, hombres, mujeres y niños, abrazados de su fe, recorrieron el pueblo portando un estandarte. La milagrosa madre del cielo, la morenita del Tepeyac, parecía sudar bajo los inclementes rayos de Tonatiuh, el sol. Los participantes reían y cantaban al sonar de los tambores y los ayacaxtles, todos creyendo y confiando, clamaban como el ciervo en la montaña, por el agua de lluvia.

La laguna está seca, la presa apenas guarda agua, “solo pal gasto”; ya algunas reses han muerto de sed. El camino está polvoriento, secos los pastizales y los árboles lloran en silencio cuando el ardiente viento los abraza quemante. “Le fe mueve montañas”, dice una señora ya entrada en años, de esas que no se doblan y si acaso se doblan no se quiebran. Ella camina al frente de la procesión, ligera y fuerte, como su fe. El sudor recorres la espalda y termina ahí, en donde ella pierde su casto nombre, basura y abandono, en la tierra anhelante. Más allá, bajo la sombra de un Camichín, una hermosa yegua negra, espera ser montada, briosa, impredecible, relincha al paso de los peregrinos.

Algunas personas doblegadas por el incesante calor, abandonan el recorrido para buscar refugio en sus vehículos. Alguien pregunta, ¿Qué estamos haciendo, a dónde vamos? Siempre hay alguien que se pierde para encontrarse. La mayoría continua, más de alguno parece que va a caer, a flaquear, afortunadamente se dan cuenta de que ya es tarde para arrepentirse y regresar. Su fe es más fuerte.

Alrededor de las tres de la tarde, concluyó la marcha de la fe, de la confianza, en lontananza las nubes parecen arremolinarse en lo que antes era un cielo azul y despejado. Las aves expresan con sus trinos diversos, que también se han unido al rezo, ellas también necesitan el agua, la vida. Las imágenes tomadas manifiestan luces multicolores en donde predominan el morado, el verde y el rosa.

Los chiles rellenos de queso y el pollo en pipián acompañados por una rica agua de tamarindo, tortillas hechas a manos con el sabor de la sierra, de la casa, le quitan el hambre y la sed a cualquiera. la gente se ve asoleada, cansada y feliz, confiando y creyendo, puede sentirse, han sido escuchados.

Al día siguiente, una pequeña llovizna se dejó sentir en el valle, al tercer día, se supo que dos kilómetros abajo, la lluvia estuvo fuerte. ¡Él es Dios!

De regreso en Colima, Beatriz hizo acto de presencia, los medios informativos dieron cuenta de un fenómeno meteorológico. Mismo que dejó beneficios para la tierra y la población, para la vida.

En la antigüedad, la gente se mantenía en perfecta armonía con el todo. Hoy la gente no solamente se ha alejado de Dios, sino también de la naturaleza. Cazan por “deporte”, agreden a la tierra, eliminan arboles a diestra y siniestra, contaminan, viven enemistados unos contra otros. Peor aún, con ellos mismos.

Estamos a tiempo, regresemos, la vida nos llama, aun podemos hacer algo.

ABUELITAS:

Bueno sería que el senado propusiera una intensa campaña de reforestación además de clases en línea. Que propusiera también presupuesto para implementar sistemas que permitan captar agua de lluvia, así mismo, sanciones para quienes abusen y desperdicien el vital líquido. Y para quienes contaminen el medio ambiente. Es cuánto.