TONALTEPETL

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Por: Gustavo L. Solórzano.

Les comparto algunas sanas reflexiones para su acervo personal, sin duda, no ha sido fácil para nadie, sin embargo, es necesario estar informados desde varios ángulos y no solamente lo que los medios divulgan.

“La vacuna no es la solución, la vacuna es el problema”. “Se ha aplicado el termino de vacuna porque es socialmente mas aceptado, pero no es el mecanismo de acción normal o habitual que conocíamos de las vacunas”. Otra más, “no se si nos acordamos, nos han vendido que cuando viniese la vacuna íbamos a poder volver a la normalidad, y nos estamos dando cuenta que ha venido la vacuna y la normalidad no la tenemos.” “Esto es un genocidio en potencia”. Ultima sobre el mismo tema, “La vacuna no puede ser obligatoria” Opiniones de circulación libre, de investigadores ajenos a la plandemia. Hoy el epicentro de las relaciones sociales se está viendo severamente impactado por esta problemática de los informados, los que leemos y casi comemos lo que los medios informativos nos venden.

Cambio de tema, cuando llega un hijo a nuestra vida es para mí, uno de los momentos más bellos. Único y pleno de misterio y magia, el nacimiento es la manifestación de Dios, cualquiera que sea su idea de él, en la tierra. Nos preocupamos de que todo esté bien, mientras vienen en camino, a las posibilidades de cada persona, se acondiciona un espacio, se va comprando ropa, incluso hay quienes van haciendo alcancía para cuando llegue el momento. La vida se ve distinta, colorida y plena de esperanza e ilusiones, metas y un montón de sueños.

Desvelos, mal pasadas, sufrimiento, angustia y alegrías nos invaden cuando el nuevo inquilino llega. Lo llevamos a presentar orgullosos de nuestra sangre renovada, nos llenamos de “gorupos” dicen, como las gallinas que recién han tenido a sus polluelos, toda una fiesta familiar. El pequeño ser llora cuando está orinado o defecado, cuando tiene hambre o cuando tiene frío, e incluso a veces nadas más porque sí. Por eso he pensado que si llego a los noventa y dos, voy a vivir un poco con cada hijo y les daré en su casa todas las alegrías que ellos me dieron en la mía. De alguna manera, devolverles todo lo que disfruté cuando ellos hacían las mismas cosas. Estoy seguro que les encantará, pues escribiré en las paredes con lápices de diferentes colores.

Saltaré sobre los muebles de la casa con los zapatos puestos y beberé el agua de las botellas y las dejaré fuera del refri. Hare pelotas con el papel de baño y las tiraré por todos lados, seguro les causaré emociones increíbles.  Cuando me mude con mis hijos, disfrutaré jugando con el azúcar o la sal, los veré cuando sacudan la cabeza y me perseguirán, pero me esconderé debajo de la cama, si puedo, claro. Cuando me llamen para comer lo que prepararon, no me comeré las verduras, las ensaladas ni la carne. Me atragantaré con el arroz y derramaré leche sobre la mesa y si se enojan, correré, si puedo.

Por las tardes, me sentaré muy cerca del televisor y cambiaré de canal todo el tiempo, me quitaré los calcetines e incluso perderé uno y jugaré en el barro hasta el final del día. Y luego, por la noche, ya acostado, agradeceré a Dios por todo, cerraré los ojos para dormir, y mis hijos me mirarán con una gran sonrisa y dirán: ¡Es tan dulce cuando duerme!

ABUELITAS:

En el asunto del gas para uso en los hogares, quienes se dedican a venderlo y quienes regulan, “no tienen ni remedio ni vergüenza”, dice una ama de casa del centro. Es cuánto.