TONALTEPETL

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Por: Gustavo López Solórzano

La educación es el patrimonio y el valor social más importante de los colimenses, no es fortuito entonces, que Colima sea modelo a nivel nacional en materia de infraestructura y equipamiento escolar. José Guillermo Rangel Lozano, Secretario de Educación.

Cuando fui estudiante de secundaria me gustaba recorrer a pie el camino que me llevaba de mi casa a la escuela, era una distancia considerable que recorría con gusto, acompañado siempre por mi amigo Karma, apodado así por el hecho de parecerse a un personaje con el que Kalimán se enfrentó en algún momento de su historia radiofónica y de historieta, rapado totalmente de su cabeza. Las novelas trasmitidas por la radio tuvieron su época de gloria, Chucho el Roto, Julián Gallardo, Porfirio Cadenas, El payo, y muchas más que iban dirigidas a un público femenino.

El Profesor José Torres Andrade, era director del plantel (en mi primer año) y además nuestro maestro de geografía. Un hombre sencillo y apasionado de sus rosales, mismos que cultivaba en los jardines de la escuela y los cuidaba con esmero. Daniel Macedo, el “Cuatacho”, era prefecto de la secundaria y se encargaba de mantener el orden entre los alumnos que por ese entonces estábamos separados, mujeres de un lado y hombres de otro; ¡muchachos! Era su grito de batalla y para nosotros la advertencia de que estaba cerca y por lo tanto había que guardar la compostura.

Carlos López Orea, teniente activo en el ejército era nuestro maestro de matemática, hombre de carácter firme y decidido, sabía imponerse y mantener un silencio  casi sepulcral dentro del salón. Hace unos días lo recordábamos mi amigo Julio León y yo, solía llegar siempre serio pero con una actitud hasta cierto punto arrogante, propia de su formación académica en la milicia. Una mañana nos sorprendió porque llegó cabizbajo, meditabundo, al llegar a su escritorio se quedó silencioso después de un “buenos días” apenas audible; todos nos miramos interrogantes unos a otros, no comprendíamos lo que pasaba pero si entendíamos que algo no estaba bien. Claro de nuestra reacción finalmente habló, nos comentó que traía una preocupación económica y que bueno, necesitaba dinero, al tiempo que extraía efectivo y algunos cheques de cada bolsillo de sus ropas, la risa afloró y se transformó en carcajada para luego decir “¿les gusta el dinero? Estudien jóvenes, estudien.

Cada profesor nos motivaba de manera insistente para que estudiáramos, nos hablaban de la importancia de ser alguien en la vida desde el soporte de una profesión, a la primera falla convocaban a nuestros padres. Nos ponían ejemplo sobre personas destacadas que habían sido sus alumnos y mostraban también su amor por nuestro estado, por México. Eran docentes de gran talla, comprometidos amorosamente con la educación y con su profesión, algunos regañones pero con causa, era su manera de hacernos sentir importantes y mostrarnos su interés por nuestro aprendizaje y aprovechamiento.

Expreso desde aquí mi reconocimiento a todos los docentes de ayer, de hoy y de siempre, especialmente a quienes han hecho un verdadero apostolado de la educación y se entregan día con día en el servicio, sin importar lugar, tiempo ni espacio.  Mi gratitud a todos esos formadores de tantas generaciones y verdaderos agentes de cambio en la vida de sus alumnos. Mencionarlos me llevaría páginas y tal vez pecaría de olvido inconsciente, sin embargo baste decir que los llevo en cada palabra hablada o escrita,  pues lo hago con el corazón, ¡gracias maestros! Es cuánto. Miembro de la A.C.P.E.