TAREA PÚBLICA

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ATENTADO CONTRA FMP

Por: Carlos Orozco Galeana

Este lunes por la mañana, se pretendió acabar con la vida del exgobernador Fernando Moreno Peña, quien al protegerse de los disparos en su contra  la salvó. Dios estuvo con él en ese momento,  y además  su amigo el doctor Carlos Salazar Silva, quien lo acompañaba y lo  atendió prodigiosamente al igual que otras personas más. Fue llevado a tiempo y tratado con el debido profesionalismo por médicos del Hospital Regional Universitario.

El hecho es un síntoma de la degradación humana que vive México, y Colima no es la excepción. La vida es considerada un bien menor.  ¿Qué nos ha ocurrido para que  nuestra época se caracterice por este odio criminal entre hermanos?  Nos hemos deshumanizado. La política nos ha dividido, dado el ambiente imperante. La esencia de nuestra realidad  es la violencia y sus consecuencias funestas. El afán por  dinero a base de traficar enervantes, y de efectuar otras acciones ilícitas, también por dinero, es la causa visible de este mal social.

No faltará quien comente que este acontecimiento ocurrió  a pocos días de que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación emita su fallo definitivo sobre el ganador de la gubernatura en junio pasado y que podría tener vinculación con el caso y ser una variable importante que los investigadores tomaran en cuenta al analizar el caso.  El reto es saber la verdad de lo acontecido.

En los municipios importantes de Colima  persisten las ejecuciones casi todos los días y la única explicación  sobre sus causas es porque “se calentó la plaza y hay ajuste de cuentas entre bandas.” Por la forma en que ocurren aquellas, es indudable que se trata de acciones bien planeadas pues terminan con la eliminación de los rivales. No hay investigadores ni policías que alcancen para evitar o aclarar  tantas muertes en Colima.

Según el gobierno federal, tiende a controlarse la crisis de inseguridad, pero los hechos como el del restaurante Los Naranjos hacen pensar otra cosa. Cierto, en esta ocasión el centro de la cuestión es un exgobernador,  político priísta muy conocido que está padeciendo la violencia como muchos colimenses, y por eso llama más la atención.  Quien se atreve a ejecutar a un personaje como él es porque detrás tiene seguramente una organización muy fuerte  que lo respalda.

La  violencia nos daña muchísimo. Aparte de conmovernos, nos agobia por ver a nuestros hijos e hijas  inmersos en un ambiente lamentable  cuyos efectos ya se sienten. Por eso el presidente Enrique Peña Nieto  convoca frecuentemente a la paz en México. Ha  sabido comunicar esta necesidad tan urgente, por lo que  no debe variar la política de seguridad del Estado.

Mario Anguiano ha ordenado la aplicación de dispositivos diversos para combatir a los criminales en base no solamente a lo que la ley le exige como mandatario sino también en función de acuerdos con los sectores. Mas por  el suceso del lunes, estableció la Alerta Roja, que implica operativos especiales.  Mario tiene el compromiso de acelerar las investigaciones del atentado,  aunque es difícil que se sepan los móviles del hecho en las  últimas  semanas que le restan a su gobierno.

Para erradicar la violencia  se requiere una renovación cultural, espiritual, que se finque en el respeto a la persona humana y su dignidad, y en general en todos los valores inherentes a la conducta civil.  Tenemos que ser un país donde las leyes se apliquen por igual y se combata la corrupción en todos los niveles.   Las nuevas generaciones observan hoy el comportamiento  ilícito de sus mayores y son tentados por ello a tomar el mismo camino.

La sociedad debe unirse para evitar el impacto de la división y el odio, tan comunes cuando las relaciones se perturban o rompen por la lucha de intereses. La paz es el antídoto de la violencia. Si esto se entiende, lo que hagamos ha de ser en esa dirección. Los colimenses merecemos la paz, somos una sociedad en desarrollo que confía aún en las instituciones, como lo afirmó Ignacio Peralta, gobernador electo.