TAREA PÚBLICA

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FORMACIÓN CONTINUA

Por: Carlos Orozco Galeana

La reforma educativa que unos dicen que es laboral y razón tienen en parte, comienza su tránsito con recorridos complicados pero esperanzadores a la vez pues no es fácil movilizar hacia un cambio de actitud, de trabajo comprometido e intenso a más de un millón de profesores de educación básica y bachillerato que han de ser los artífices de un cambio que requiere México para pasar de una sociedad en desarrollo, a una caracterizada por el uso y aprovechamiento de las tecnologías de la información, o a lo que es una ambición mayor, hacia una sociedad del conocimiento o de la innovación continúa.

Es quizás ocioso insistir en el rezago educativo de los tiempos actuales ya que no se han erradicado prácticas dañinas ni se le ha prestado atención a aquel fenómeno. Con un gasto espectacular que México tiene en el sector, tendría que cosechar algo muy grande en la formación de las generaciones, pero no ha sido así evidentemente. Las inercias han dominado el escenario educativo y no ha habido capacidad de respuesta frente a ellas.

No porque lo haya dicho la OCDE repetidamente, pero el gobierno actual se dio cuenta del deterioro en que estaba sumida la educación. El país debe tener mejorar para ser más productivo y competitivo, no se puede avanzar con los puros vagones, hace falta la locomotora de la educación, todas las clases sociales han de tener oportunidades de trabajar, superarse y sumar al país. Es triste tener, como referente impactante, más de 33 millones de personas sin educación básica, ente las que hay 5 millones sin saber leer ni escribir.

En este contexto de retos, la formación continua es un instrumento positivo que permite la mejoría profesional del magisterio. El secretario Guillermo Rangel expuso hace días que es muy importante la actualización y capacitación que el Estado otorga a los profesores, directivos, supervisores y asesores técnico pedagógicos “que trasciende más allá del mejoramiento de los niveles de aprendizaje, la educación en valores y la permanencia de niños y jóvenes en la escuela”. Vista así, la formación magisterial ha de ser impulsada en forma permanente porque de ella depende tener una educación de calidad, real, que vaya más allá del uso de la noción en el discurso político, de ocasión. Para ello debe trabajarse mucho, ha de surgir una mística nueva y pensar en los intereses de México y de Colima en lo particular.

Recientemente, en esa orientación, la Secretaría de Educación culminó la formación de unos dos mil docentes y más personal de la SE reconociendo su interés y haciendo votos porque esa capacitación se refleje en las aulas, en un aprovechamiento permanente de los servicios educativos y en mejoría de las cualidades profesionales.

Los docentes en lo particular saben en su interior que los estudiantes y sus padres tienen derecho a una educación calificada e inclusiva. No aquella educación desinteresada, inercial, improductiva, sino aquella que transforma los ambientes, se perpetúa en las aulas y libra el obstáculo de la heterogeneidad del alumnado que a menudo representa retos y sobre todo muchos problemas de difícil solución (violencia, bullying y consumo de drogas, por citar tres).

Es evidente que el profesorado requiere conocimientos nuevos y habilidades, como en todas las profesiones, cambio de actitudes para el desempeño de un rol nuevo y además valioso, una práctica educativa reflexiva y en equipo. Esta formación debe reconocer el valor de los conocimientos y experiencias de los docentes y las escuelas y propiciar procesos de investigación – acción como mecanismos de la propia práctica.

La formación continua, en una definición clásica, es pues un proceso permanente de adquisición, estructuración y reestructuración de conocimientos, habilidades y valores para el desarrollo de la función docente, y la capacidad para elaborar e instrumentar estrategias a través de un componente crítico tendiendo puentes entre la teoría y la práctica.