SOCIOPATIAS

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HOMICIDIOS

Por: J. Daniel Miranda Medrano

Los lamentables hechos de violencia donde perdieron la vida de manera infame familiares del ex gobernador Gustavo Vázquez, se suman a la escala de eventos similares que han venido en aumento en Colima, entidad que otrora se caracterizaba por ser como una gran familia práctica, donde todos se respetaban y no existían los más mínimos asomos de sucesos de esta naturaleza.

Colima, lo he dicho en muchas ocasiones, no es una isla alejada de todo lo que ocurre en el contexto nacional de descomposición social e inseguridad. Llama la atención en todo ello que los crímenes, robos y demás actos antisociales, se llevan a cabo por personas jóvenes que cada vez cuentan con menos años de vida al momento de cometer diversos ilícitos.

La criminalidad y la delincuencia juvenil no son novedad, pero siguen incrementándose como focos de alerta que muestran el grado de descomposición social que se gesta hoy en día en México, y de la que Colima no escapa ya. Todo ello se da en un contexto del que destacan elementos como: pérdida de valores, aumento de la desigualdad en cuanto a ingresos, aumento de los niveles de miseria, de proliferación de drogas, de desintegración y conflictos familiares, desempleo, narcotráfico, analfabetismo y baja escolaridad.

Las edades de los investigados son un joven de 22 años y una niña de 15, y estas características uno las observa en alguna ciudad europea o de Estados Unidos, donde son muy frecuentes, pero no en Colima.

Los lamentables hechos de Lomas de la Higuera, no son responsabilidad del gobierno municipal ni del estatal, son un fracaso del Estado en su conjunto con todas sus instituciones, y del modelo económico implantado desde hace varios lustros en nuestro país. Pero como parte del mismo ente, muestran que las políticas públicas encaminadas a la prevención de la delincuencia y la violencia no están funcionando.

Sin invadir más esferas que pudieran pretender explicar estos hechos, el escenario que se vislumbra es el de una mayor percepción social de inseguridad y temor. Es obvio que ante tantos hechos delictivos, la gente ya no podrá sentirse segura ni en las calles ni en su propia casa. El tejido social se desintegra y la juventud sigue buscando distanciarse de una comunidad que no creó, que no siente como suya y con la que no comparte valores. La sociedad se descompone a pasos agigantados y la gente debe de convertirse en autodefensas de su propia integridad así como la de su familia. ¿Qué sigue?

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