Por José Díaz Madrigal
En el otoño de 1519, bajo un limpisimo cielo azul de los de aquella época; bastante lejana de la tupida contaminación de ahora, llegaron al filo de las dos de la tarde, por el lado oriente de la antigua Tenochtitlan, actual ciudad de México, una tropa de españoles de infantería y otros a caballo. Todos con indumentaria de brillantes armaduras, cascos metálicos, que era una vestimenta extraña y a la vez formidable para la mirada de los pobladores de aquella ciudad.
Hacían resonar las piedras y el embaldosado de la calzada principal, con la herradura de sus bestias, acompañados de ruidosos tambores y el pitido de agudas cornetas. La fecha era el 8 de noviembre del año arriba citado. A la cabeza de ese ejército de españoles, seguido también de millares de soldados tlaxcaltecas, aliados de los peninsulares, venía el poderoso y hábil capitán: Hernán Cortés.
A los ocho días de estar Cortés en la ciudad de los Aztecas, estos enojados con la presencia de sus enemigos los tlaxcaltecas y de los mismos españoles, dieron muestras de hostilidad. La gran Tenochtitlan a la llegada de los europeos, se calcula que tenía 300 mil habitantes. Cortés preocupado, ya que relativamente eran pocos soldados ante aquella multitud, estratégicamente tomó preso a su rey Moctezuma, diciéndole a través de La Malinche, la intérprete: con tu vida respondes por nuestra seguridad, puesto que gente tuya mató a varios de mis soldados. El pueblo Azteca se irritó sobremanera, al saber que Moctezuma no había presentado resistencia para evitar su encarcelamiento, provocando con esto, que se sublevaran contra su rey y contra los invasores. Para tratar de calmar las revueltas callejeras, Cortés ordena a Moctezuma que se asome desde lo alto de una azotea, los súbditos molestos lo agarran a pedradas. Así pasaron unos meses hasta mayo de 1520, cuando le avisan a Cortés de la llegada de Pánfilo de Narváez a Veracruz, Cortés salió a la costa para combatirlo.
Se quedó al mando de la ciudad, Pedro de Alvarado con 80 soldados. En el mes de mayo los Aztecas tenían la festividad del dios Huitzilopochtli, los sacerdotes mexicas, piden permiso para hacer sus rituales; Alvarado autorizó con la condición que no fueran armados. Arribaron al edificio del Templo Mayor 600 personas de la nobleza para la ceremonia. El soldado cronista Bernal Díaz del Castillo, cuenta que Pedro de Alvarado escucha la noticia de que el enojadisimo pueblo se siente humillando y, piensan matar a la pequeña guarnición de soldados. Alvarado se les adelanta, haciendo una matazón de sacerdotes, conocida como “La matanza del Templo Mayor”
Cuando Cortés regresó de Veracruz, después de haber derrotado a Narváez, encuentra los ánimos extremadamente caldeados a causa de la matanza. Muerto Moctezuma, tomó el mando de la ciudad el belicoso rey de Iztapalapa Cuhitlahucac, este ya no les daba tregua a Cortés ni a sus aliados. Durante todo el mes de junio de ese 1520, el aguerrido Cuhitlahucac les hizo la vida imposible.
Tanteando Cortés en el peligro que estaban, decidió evacuar la ciudad, les dijo a sus soldados que llevaran únicamente el oro que pudieran transportar. Se fijó día y hora para la salida: la media noche del 30 de junio de 1520. Sigilosamente abandonaron el lugar que los había resguardado, se dirigieron a uno de los puentes con dirección a Tacuba, sin embargo fueron descubiertos, dándose la alerta. Pronto se vieron rodeados por miles de embravecidos guerreros bajo la dirección de Cuhitlahucac.
La libraron salvándose de morir ahogados en la huida, los soldados que arrojaron las joyas y el oro para que no les hiciera peso. Los que no aventaron el metal precioso, pensando que iban a llegar a la orilla, murieron ricos. Más de la mitad de españoles perdieron la vida, así como la mayoría de los tlaxcaltecas. Calmada la refriega, ya en tierra firme, Cortés dándose cuenta de la enorme cantidad de hombres que había perdido, se sentó esa noche a lado de un Ahuejote a llorar su derrota más grande. A este episodio en la historia se le conoce como el drama de “La noche triste”.
Cortés con el semblante abatido se refugió en Tlaxcala, donde con gran esfuerzo rehizo su ejército y con su convincente destreza, logró aumentar el apoyo Tlaxcalteca y de otros grandes pueblos. Regresó a la ciudad de México los últimos días de diciembre de 1520, con aproximadamente 200 mil soldados aliados.
Cuhitlahucac había muerto de viruela traída por los españoles, lo sustituyó en el mando, el duro e inflexible Cuauhtémoc. Se desarrollaron terribles encuentros por tierra y por agua. Ni Cortés ni Cuauhtémoc claudicaban en su propósito de ganar, con miles de muertos por ambos bandos. Cortés había puesto sitio a la ciudad, mando cortar el acueducto que surtía del vital líquido desde Chapultepec.
Cuauhtémoc personalmente salía a pelear, pero sus soldados ya sin fuerza, con hambre y sed, por los largos meses de lucha, se arrojaban sobre el enemigo, siendo rematados con espadas. Viendo que eran tomados templos y palacios y la ciudad prácticamente destruida, Cuauhtémoc y su familia trataron de escapar, los descubrieron, los llevan ante Cortés. Era la tarde del martes 13 de agosto de 1521.
El viernes pasado, se cumplieron 500 años que Cuauhtémoc se rindió a Hernán Cortés. Terminando así, un ciclo político cultural del pueblo Mexica- azteca. Naciendo desde esa fecha, una raza nueva, un híbrido de indigena con español, conocidos como mestizos, de estos formamos parte aproximadamente el 85% de la familia Mexicana. Llevando en las venas en mayor o menor grado, tanto sangre de pueblos nativos, como también sangre europea.