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TODO TIENE UN TIEMPO

Por Noé GUERRA PIMENTEL

FALSOS TRONOS. Siempre me ha resultado interesante encontrar quién da la pauta tras bambalinas, quién mueve la cuna o quién, en todo caso, sostiene y mueve los hilos de quienes aparecen en el teatrino político. Como anécdota solo comentar que de niño era de los que iban y se asomaban atrás de “la bruja”, “la dama” o “el caballero”, en mi inocencia de los siete u ocho años encontraba que lo visto normalmente no correspondía a lo que aparecía en el escenario. Hoy, al tiempo y en otro contexto, el político, encuentro lo mismo, individuos que aparentan ser lo que no son, que asumen decisiones no suyas, que repiten, que hacen lo que se les indica y que solo van para donde los mueven. Por ejemplo, en Colima tenemos dos evidentes casos, el del “dirigente” del PAN y el de la Diputada del PMC, en ambos vemos hilos, dedos y hasta el brazo de sus respectivos ventrílocuos, quienes en el momento que crean oportuno saldrán tras el telón.

EL PRI, CAMBIAR PARA MEJORAR. Luego de la última elección al PRI le debe quedar más que claro que no tendrá otra oportunidad, que en lo futuro deberá aprender a ser partido político, que realmente deberá cambiar, ser transparente en sus procesos, que no deberá actuar con simulaciones corporativas, estratagemas clientelares, corrimientos groseros, favoritismos absurdos, exclusiones gratuitas, premios a la burocracia partidista o como plataforma de vividores. No lo deben hacer porque Colima ya creció, porque la pasada elección fue la última oportunidad, se replantean o desaparecen, ese es su dilema, esa su posición en la encrucijada puesta por la gente. Así lo reconoció Nacho Peralta el año pasado: “el mensaje de las urnas es para todos los partidos políticos y manifiestan el grito desesperado de una sociedad de que quiere un cambio y una nueva forma de hacer y de ver la política. Quien no entienda lo que la sociedad está manifestando, se condena a perecer políticamente”. Avisados están.

CAMPO DE BATALLA. Cuando la realidad es que se están matando entre ellos como antes ocurriera en otros lugares, Colima urge de acciones enérgicas que erradiquen esta lamentable realidad que estamos viviendo y que no es cosa menor, ya nos encontramos con que las cifras oficiales de febrero arrojan que en Colima se registraron 41 casos de homicidio con 47 víctimas, lo que nos coloca como el Estado más violento del país en los primeros dos meses del año, con una tasa de homicidios dolosos de 9.65 casos por cada 100 mil habitantes, superando a otros como Guerrero, que en el mismo periodo registró 9.09 casos de homicidio por cada 100 mil habitantes. Así nos encontramos con que según el SNSP, febrero de 2016 nos convierte en el más violento de los últimos 20 años en el país.

Si la tasa de homicidios dolosos de febrero se mantiene, lo que ya con lo de estos últimos días de marzo vemos que no, en Colima por los meses que le faltan al año, daría una tasa de 79.7 víctimas por cada 100 mil habitantes, de lo que solo hay antecedentes en Chihuahua, con la llamada guerra contra el crimen que hizo trascender a la frontera como el principal sitio de guerra.

Comparando Colima con su pasado, el año que más defunciones con violencia registró fue el del 2012, hace cuatro años, cuando se evidenció una tasa de 41.87 homicidios por cada 100 mil habitantes, cifra que representó cerca de la mitad de la tasa anual actual y que tristemente tiende a crecer. Ojalá me equivoque.

COLOSIO. A 22 años de su homicidio que ayer 23 de marzo se cumplieron, este 2016 veo a un Colosio ajeno, distante al que en vida fue, al que el 30% de la gente ya no reconoce ni sabe quién fue y al que de entre quienes aceptan recordarlo, el 71%, lo refiere en un 55% como Candidato del PRI, el 39% solo como Político, el 3% que fue asesinado y tan solo el 1.5%, el que Iba a cambiar a México. Luis Donaldo, el hijo, el hermano, el amigo, el destacado estudiante, el marido, el padre, el político y candidato que fue asesinado y al que más que las balas con estos años, cada día lo han venido acribillado con la impunidad criminal, la simulación burocrática judicial, la complicidad silente del Estado, el oportunismo político, la supina y frívola ignorancia generacional y la sobre dimensión demagógica de una sociedad que gusta de la mentira creando para adorar ídolos de piedra, oportunos mártires santificados y bustos de yeso repintados de “color oro”. Que en paz descanse el hombre.