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LOS MEXICANOS EN SU LABERINTO

Nuestra actitud vital también es historia.

Quiero decir, los hechos históricos no son el mero resultado de otros hechos,

sino de una voluntad singular,

capaz de regir dentro de ciertos límites su fatalidad.

Octavio Paz, El laberinto de la soledad. 1950.

Por: Noé Guerra Pimentel                                                      

Conforme pasan los días muy a mi pesar veo que quedé corto en lo que con un poco de lógica y sentido común me permití adelantar en mi colaboración del 2 de enero como posibles escenarios para este año cuyo desenlace, hoy lo digo, en los ámbitos económico, político y social, más que complicados se antojan impredecibles en todos los ámbitos. Una percepción que, me atrevo a suponer, no es solo mía, vaya ni de un sector o una minoría del vasto universo multicultural, pluriétnico y social que hace a nuestro país, a nuestro México que hoy en cada uno de nosotros se ve sometido por la incertidumbre cual mítico Teseo, perdido y solo en la oscuridad del laberinto, bajo el terrible asedio de la peor de las bestias.

Una bestia, la que nosotros enfrentaremos, que por sus impredecibles alcances, desconocido impacto y diversos talantes deja al feroz Minotauro de Creta como una risible representación del extraordinario e influyente mito Griego. Aquí y ahora mismo México y la gran mayoría de mexicanos estamos amaneciendo atribulados por la escases económica, acosados por la precariedad de nuestra calidad de vida, acechados por el desempleo, arremetidos por la pobreza o carencia de los servicios públicos, enfrentados por el abuso y la impune corrupción que se solaza y golpeados por el crimen que como pulpo se multiplica, extiende y vulnera todos los espacios para robarnos lo más preciado, nuestra cada vez más lejana y extrañada tranquilidad perdida en este laberinto.

Ya no sabemos qué será más pernicioso para el grueso de compatriotas, si Trump con sus retrógradas ideas y cuestionables acciones que atentan contra el mundo y especialmente contra la estabilidad de los mexicanos o quienes ocupan y han ocupado los espacios del poder en nuestro país, y no me refiero solo al poder político que representan el Presidente y los legisladores y que es el más visible (por cierto, el mismo prepotente y déspota de siempre que no escucha, no corrige, no explica, no responde, no rinde cuentas, que ni ve ni entiende la realidad que le rodea), sino a los otros poderes simulados entre los fácticos como el del clero católico, las grandes corporaciones trasnacionales y sus socios magnates mexicanos, las cadenas televisoras nacionales, los banqueros y los narcos que, cómplices, callados han actuado y actúan encubiertos disfrutando del festín de la depredación de nuestra riqueza que se ha dilapidado, ofreciéndola y ayer y hoy entregándola a los peores postores y a las más vergonzantes y dañinas causas, de las que en mucho por nuestra también característica apatía, hemos sido cómplices aunque hoy nos duela y hasta ofenda reconocerlo.

Bien lo apuntó hace más de medio siglo el universal Nobel mexicano Octavio Paz en su Laberinto de la soledad: “El imperio de los chingones terminará cuando los agachados dejen de admirarlos, pero mientras tanto ambos bandos colaboran en la destrucción del país.” Destrucción que luego de las increíbles y absurdas decisiones tomadas por el gobierno mexicano hoy ampliamos con nuestros actos sin saber cómo reaccionar manifestándonos desorganizados, violentos, ilegales, desarticulados, sin planeación ni liderazgo, cada quien por su lado y sin efecto, al menos no el buscado con marchas, pintas, plantones, bloqueos, saqueos y enfrentamientos, que aunque se justifican no podemos dejar de reconocer que como resultado solo han dañado la acosada y disminuida productividad.

Y lo más grave, sin entender que en estas condiciones de desorden y caos social, de confrontación y de nulo diálogo, nos vulnerabilizamos más ante el exterior en un momento por demás complicado, álgido dadas las abiertas amenazas, efectivos atentados y evidente declaración de guerra hecha a México a nuestro país, al mismo que una y otra vez desde junio del año pasado ha sido declarado “enemigo de los Estados Unidos”, por el desquiciado que este viernes 20 de enero tomará posesión como 45 presidente del país más poderoso del mundo, el voraz y desmedido septuagenario Donald John Trump, quien al parecer ha resucitando los más despreciables vicios de la humanidad y los más nítidos afanes posesivos y expansionistas de los originales colonos norteamericanos y que como renacido hambriento Minotauro, primitivo embiste buscando dañar, hacer pedazos, eliminar lo que le ofrece menos resistencia, para el caso México, haciéndolo como estrategia para infundir miedo, para poder sobrevivir en un entorno de Elefantes, Camellos y Dragones que sí se lo podrían tragar.

Por eso es urgente que asumamos nuestro momento histórico, nuestro compromiso con el futuro y que de una vez por todas hagamos lo que tengamos que hacer y enfrentemos unidos la realidad, que cada quien tome su papel, que ahora sí lo haga, que cada poder, cada partido político, cada sector de la sociedad y sus integrantes, en lugar de simular y atacarse entre sí, entiendan y nosotros mismos los ciudadanos, el resto, también entendamos que nos estamos jugando el futuro de una nación, la realidad inmediata de los nuestros de los que vendrán y que no podemos seguir unos abusando y otros violentando y los más apáticos, ahora sí necesitamos sentarnos, dialogar, discutir si es necesario, tender puentes, buscar coincidencias, encontrar acuerdos, hacer valer nuestra Constitución (antes de pensar celebrarla a sus cien años) y con ella, haciéndola valer, pelear sin confrontarnos, sin aniquilarnos a nosotros mismos antes de tratar de encontrar juntos la salida de este laberinto que de otra manera y sin ser fatalista nos extraviará hasta perdernos.