LAS PROMESAS DE CAMPAÑA

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    Los vemos en las calles de mayor afluencia pegando calcas y entregando trípticos, o visitando casa por casa, o haciendo reuniones de barrio. También los observamos y escuchamos en los medios de comunicación, promocionándose, dando a conocer su trayectoria y propuestas.

    Según un estudio realizado en febrero del 2012, con alumnos de Ciencias Políticas de la Universidad de Colima, el 51% de los ciudadanos colimenses cuando votan, le dan más importancia a las propuestas, el 27% al perfil y trayectoria del candidato y sólo un 7% al partido que lo postula.

    Estos datos demuestran que las expectativas y comportamientos de los votantes están cambiando, pues escasamente el 7% representa el voto duro, aquellos que siempre votan por el mismo partido sin importar, el candidato y las propuestas, por lo que, en la próxima jornada electoral del 1 de julio, un 78% de los ciudadanos al momento de emitir el sufragio, pueden ejercer un voto diferenciado, o un voto volátil, dándole más valor a la persona y sus propuestas.

    Sin embargo al parecer, los partidos y sus candidatos están ciegos y no ha logrado darse cuenta de esta transformación del mercado electoral. La premisa fundamental de este comportamiento electoral es: para vencer hay que convencer.

    Los electores exigen candidatos preparados, con experiencia, cercanos a la población y conducta irreprochable. Pero además de un buen perfil, demandan propuestas, acordes a las necesidades de la gente, que sean técnica y financieramente posibles.

    Lamentablemente, por lo que se puede observar de las campañas, muchos candidatos, siguen con la creencia de que “el prometer no empobrece”, pues no importa mentir si ello garantiza el triunfo electoral. Lo que es peor, muchos candidatos, por desconocimiento prometen mejoras, que ni siquiera son propias del cargo al que aspiran.

    Por ello, ¿cuántas promesas incumplidas no existen?, ¿cuántos electores no están desilusionados de los políticos?

    Es necesario que los candidatos el lugar de ofrecer promesas, que no son más que un catalogo de buenas intenciones, presenten sus programas y planes de acciones realizables.

    Proyectos que demuestren, que no va a ver si pueden, sino porque pueden van. Propuestas formales que contemple un diagnóstico serio de la realidad que se busca transformar, en la que se precisen las mejoras que se pretenden alcanzar. Con objetivos claros, acompañados de metas, cronograma de actividades, así como sus respectivos criterios de evaluación y seguimiento por parte de la población.

    De tal forma que el ciudadano tenga la certidumbre de que vota por el candidato y por un proyecto de desarrollo viable y evaluable.

    Le pregunto estimado lector, a estas alturas del ritual electoral, ¿tiene usted un panorama claro y estructurado de la oferta política de los candidatos?, ¿cuál de los planes de desarrollo o agenda legislativa le parece la más pertinente para el desarrollo del estado y sus municipios?

    ¿No cree usted que si queremos mejores gobiernos, debemos exigirnos ser mejores electores?

    ¿Usted, cómo lo piensa?

    **Licenciado en Sociología. Catedrático de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales y de la Facultad de Letras y Comunicación de la Universidad de Colima.

    Correo electrónico: [email protected]