LA FURIA DE LOS CONVERSOS

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LECTURAS

Las palomas de Venus

vuelan con ligereza diez veces mayor

cuando van a jurar un amor nuevo,

que cuando acuden a mantener la fe del que han jurado.

W. Shakespeare.

Por: Noé Guerra Pimentel

PARA QUE LA CUÑA APRIETE TIENE QUE SER DEL MISMO PALO. No hay peor fanatismo que el del converso. Tenía razón Maquiavelo, al afirmar que los seres humanos por lo general somos ingratos, volubles y simuladores. Aun así, me confieso sorprendido del furor converso de algunos al asumir ideas y convicciones dizque “nuevas” y que, como por sus antecedentes sabemos, no dejan de ser pasajeras poses de oportunidad.

PA´ LOS TOROS DEL JARAL, LOS CABALLOS DE ALLÁ MESMO. Individuos que apenas tiempo atrás se rasgaban las vestiduras y por cualquier medio (hay constancia de ello) eran capaces de mentir y hasta de agredir con tal de hacer prevalecer su posición, de la que por cierto vivían; ahora son los mismos que, más papistas que el Papa, se manifiestan igual o peor atacando y ofendiendo, incluso desde la sinrazón, para tratar denigrar lo que antes hasta la abyección servían y como si con eso pudieran borrar o al menos exculpar el pasado que los persigue, vergonzante y ominoso en muchos casos.

NO HAY PEOR ENEMIGO QUE EL QUE FUERA TU MEJOR AMIGO. Esa incoherencia personal y casi patológica tiene nombre: Odium theologicum o “furia del converso”. Es el nombre dado a la ira y el odio de ciertos individuos, motivado generalmente en discusiones religiosas o políticas, sobre todo cuando éstas se dan por filias o fobias religiosas o políticas.

NI TANTO QUE QUEME AL SANTO, NI TANTO QUE NO LO ALUMBRE. Aunque también se identifica como la “fe del converso”, y que es la de aquel que, por el motivo que sea, ha cambiado de opinión, de creencia o convicción y toma posiciones no solo contrarias a lo que antes pensaba, proclamaba, defendía y hacía, sino incluso extremas y hasta radicales dentro de “su nueva forma de pensar”.

DE TAL PALO TAL ASTILLA. El trasiego bíblico rescata a varios personajes, el más emblemático es San Pedro, pero hay otro, San Pablo, el apóstol póstumo de Jesús; baste recordar que el mismo Saulo, como se reconocía antes del Nuevo Testamento, otrora fiero judío que perseguía, torturaba y asesinaba cristianos, a los que veía como “herejes” o incómodos para las autoridades judías de la época, por lo que él, al principio oficiosamente era de los encargados de desaparecer esos brotes de insurrección herética.

LOS PEORES SON LOS ARREPENTIDOS. Según textos antiguos, al ver su enjundia y desmedida saña los jefes sacerdotes judíos de Israel le confiaron a Saulo -San Pablo- la sucia misión de buscar a los partidarios de Jesús en Damasco con el propósito de erradicarlos. Pero de camino a Siria tuvo la aparición de Jesús (año 36) recriminándole su persecución y le llamó a convertirse en apóstol de los gentiles, revelación por la que se cambia de bando para literalmente convertirse en el más acendrado y recalcitrante predicador de la palabra de Jesús.

LO QUE HACE EL MICO, HACE EL MONO. Pero esta actitud de malentendida reivindicación, cuestionable por sí, tiene muchos más ejemplos, es más, me atrevo a pensar -como también lo asume Fouché-, que es inherente al ser humano ¡Claro! No todos caemos o debemos caer en ese despropósito que en mi opinión es una vil condición oportunista, convenenciera, acomodaticia o peor, cuando es inconsciente, no es más que una ordinaria carencia de convicciones, dada una triste carencia de carácter y de identidad.