La Campana: un desperdicio turístico

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PARACAÍDAS

Por Rogelio Guedea

La Campana, ubicada al norte de la ciudad de Colima y en un área del municio de Villa de Álvarez, es considerado el yacimiento arqueológico más importante del occidente de México. Fue descubierto por los conquistadores españoles en 1524 y era conocido entonces como Almoloyan. Por sus características arquitectónicas este yacimiento está relacionado con la cultura Teotihuacana y en él es posible encontrar tumbas de tiro, sistemas de drenaje pluvial, monumentos religiosos, etcétera. Pero, sobre todo, el visitante puede sentir una energía especial, algo realmente mágico que va surgiendo en el cuerpo cuando se camina por entre sus ruinas. Esta genuina y real energía ancestral, que nos comunica directamente con el corazón de nuestra cultura prehispánica, no se puede, sin embargo, valorar en toda su magnitud porque, en realidad, la zona arqueológica se siente sensiblemente dejada en el abandono.

Las ruinas están a punto de ser devoradas por la maleza y es notorio el descuido en los señalamientos y en la información que se provee para cada uno de los monumentos, algunas incluso están emborronadas o quebradas. No existe claridad tampoco en los pasajes en los que es posible caminar y en los que no ni tampoco existe nadie que pueda darte información precisa sobre alguna duda relacionada con aquello que estás contemplando, o por lo menos para completar lo que lees en los parcos puntos informativos. No hay tampoco una tienda en la que puedas hacerte de algún mapa del lugar o de una guía precisa para recorrerlo, ni tampoco para que puedas comprar siquiera una botella de agua o un refresco, o una postal del lugar o un llavero o una camisa, etcétera. Falta, incluso, un buen estacionamiento que no te haga dudar si el lugar que elegiste para estacionarte no es una zona prohibida o te vas a estacionar sobre una ruina o destruir un vestigio. Del mismo modo, falta que alguien se ponga creativo y abra una buena cafetería para que, cerca de aquel mágico lugar, se pueda desfrutar de un buen desayuno y de una buena charla. No hay nada, nada, y es casi imposible creer que las autoridades correspondientes no puedan de verdad transformar esa zona arqueológica tan importante en un punto turístico central no sólo para Colima sino para el occidente de México.

El día que caminé por entre estas ruinas, una de las visitantes (proveniente de otro estado de la República) se acercó para decirme: “increíble que este lugar tan mágico esté como abandonado”. No tuve más remedio que encogerme de hombros. Me detuve bajo un árbol y volví a repasar con la mirada toda la zona. Sentí lo mismo: una energía especial, mágica, y no entendí por qué al día de hoy se le sigue dando la espalda de esa manera. Ojalá de verdad que las autoridades se pongan las pilas y conviertan La Campana en un verdadero lugar de encuentro entre nuestros antepasados prehispánicos y nuestras actuales generaciones. Entre más pronto: mejor.