HUMANISMO EN LA MEDICINA

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TAREA PÚBLICA

Por: Carlos Orozco Galeana

Fíjense ustedes que en artículo anterior donde referí  el distanciamiento que estaba logrando el presidente López Obrador con diversos gremios  (inversionistas, ambientologos, periodistas,   comerciantes, arquitectos, médicos, etc), suscitó en los lectores opiniones de la más amplia raigambre. Hubo quienes dijeron no entender qué diablos  ocurre con él porque en las conferencias  mañaneras  se muestra   obstinado en dividir a los mexicanos en lugar de alentar la unidad, y los que opinaron de la cortedad del comentario mío porque, dijeron, hay una realidad en Colima muy lamentable en la práctica de la medicina en términos humanitarios.

Este tema es candente. Hay razón en el presidente cuando dice que la práctica de la medicina se ha mercantilizado  formándose así  una casta divina entre sus profesionales. Hay, en efecto,  altos costos de atención en clínicas y hospitales privados que se incrementan si se practican  intervenciones quirúrgicas. No exagero si digo que por esos  cobros hay patrimonios familiares que  se esfuman ahí ante el temor de perder la vida. 

En el sector público,  los servicios médicos  funcionan  más o menos bien aunque hay en hospitales contravenciones  en los trámites ordinarios  y en el trato de pacientes, que debe ser pronto o en un tiempo razonable. En contraparte, se atiende ahí a personas muy necesitadas. Hay carencia de medicamentos básicos y en secuela recetas nulas, particularmente en casos de hipertensión y diabetes.  Pero lo más frecuente es que se otorgan citas a los meses de haberlas tramitado, cuando ya el paciente se curó en otro lado o se murió.  Todo mundo sabe, por lo demás,  que un sinnúmero de médicos trabaja en instituciones públicas y  en privadas a la vez, donde muchos cobran un ojo de la cara por sus servicios. Hay clínicas que cobran hasta 200 mil pesos por un solo día de atención! Los pacientes y sus familias salen de ahí espantados  y con un patrimonio menor, sin que haya autoridad alguna que los proteja. Y se interviene quirúrgicamente  a veces a personas sin necesidad apremiante diciéndoles que corren riesgos que no son reales.

Otra parte del negocio es que en los privados se cobra siempre la caja o el frasco completo de medicina aunque el paciente solo requiera una o dos pastillas. Es una forma esta de incrementar los precios y donde se entiende que también hay un beneficio para las farmacéuticas, que prefieren vender empaque completo en vez de a granel.

La medicina privada actual es pues muy costosa. Afortunadamente, gracias a la solidaridad de la red  Simi y sus consultorios privados y a los fabricantes de productos genéricos, las consultas y la disposición de medicamentos es más factible con ellos. Las personas con menos ingresos  encuentran en esos establecimientos respuestas más  rápidas y efectivas que buscándolas en Imss e Issste, donde los acreditados invierten mucho tiempo para lograr una consulta, y además obtienen precios reducidos en comparación a los medicamentos de patente, que usan los mismos componentes que estos.

En esta época, sí que el mercantilismo en la medicina está muy por encima del humanismo. De hecho, en América Latina, México es el segundo lugar donde es más cara la medicina. Esto tiene que entenderse por la falta de una política reguladora del  Estado hacia sus profesionales que ejercen fuera de hospitales públicos y evaden pagos al fisco, y también lógicamente con los laboratorios productores y distribuidores que suelen poner de cabeza a gobiernos por el monopolio establecido en algunos productos. Además, hay medicamentos que en un solo año hasta triplican su costo, principalmente aquellos que tienen que ver con problemas cardiovasculares.

Algo importante debe hacerse desde el poder para que los habitantes de un país tengan acceso a la salud a costos no tan elevados. Tiene que ponerse un alto a los mercaderes que se visten con piel de oveja pero que dentro esconden un lobo por  su voracidad ilimitada.

Honremos, sin embargo,  a los médicos que sí se entregan con amor y pasión a su profesión, como se está viendo con la crisis sanitaria actual. Dios  les recompensará invitándolos a su Reino.

Es tiempo de reconocer la valía de todos ellos, y convocar a todos para que, sin excepción, traten al prójimo, a sus pacientes, como ellos quisieran ser tratados. 

No deben olvidar que su formación es esencialmente humana y que están obligados a servir, a ver por la vida de cualquiera persona sin que importe su idiosincrasia, su religión, su sexo o su economía.