GOBIERNO DE CONVENCIÓN

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Por José Díaz MadrigalDespués de que los ejércitos revolucionarios derrocaran al bastardo dictador Victoriano Huerta en 1914, los distintos mandos militares no lograban ponerse de acuerdo, respecto a que persona debería llevar las riendas del país; para establecer un gobierno legítimo y luego convocar a elecciones en toda la República. Había notablemente tres grupos que eran los más fuertes, éstos estaban representados por carrancistas, villistas y zapatistas; sin embargo había también, otros menos grandes que lucharon con el mismo objetivo, un tanto independiente de los tres principales.Tratando de evitar una confrontación entre los cabecillas de los diferentes bandos, se llamó a una reunión de generales revolucionarios a la ciudad de México, donde Carranza era el fuerte. Al no prosperar dicha reunión, se acordó cambiar de lugar la sede a otra plaza que representara verdadera imparcialidad para las diversas facciones. Se escogió la ciudad de Aguascalientes en el ombligo del país, aquí el detalle es que a Carranza no le gustó el cambio; puesto que significaba para él, perder el control de la asamblea.La Convención de Aguascalientes de finales de 1914, fue un ensayo de auténtica democracia por parte de militares triunfantes, que desbarataron al huertismo. Lo primero que se hizo al llegar a esa ciudad, fue conformar una mesa directiva para poner orden entre los asistentes, que se presentaron en el teatro Morelos de la capital hidrocálida. La directiva estuvo encabezada por Antonio Villarreal como presidente y por los secretario José Isabel Robles  y Pánfilo Natera.Al estarse llevando a cabo los trabajos en ese teatro, cada delegado subía al estrado a exponer sus ideas y los puntos de vista de su grupo, actividad que les llevó varios días para escuchar a todo el que quisiera hablar.Finalmente se acordó hacer una votación, con el propósito que surgiera un presidente interino; se firmó el compromiso en una bandera mexicana que el general Alvaro Obregón había mandado elaborar con la siguiente leyenda: Convención Militar de Aguascalientes,  Ejército Constitucionalista. Éste lábaro patrio, estaba en manos del general Eulalio Gutierrez.En el mes de Noviembre de aquel año, surgió el gobierno de la Convención; en virtud del voto democrático de todos los representantes que asistieron. Salió electo como presidente interino el coahilense Eulalio Gutierrez, haciendo entrega a la mesa directiva la bandera que tenía en resguardo, diciendo: En nombre de la Convención, entrego esta bandera que debe guiar al Ejército Constitucionalista por el buen camino, que se hará protestar a todos los compañeros y a nosotros mismos a que juremos todos cumplir y hacer cumplir estos acuerdos de la Convención, de los cuales emanará la felicidad de la patria.Eulalio organizó su gabinete para trasladarse a la ciudad de México, de la cual ya había escapado el zorruno Venustiano para asentarse en Veracruz, pero ahora si en franca rebeldía, sin reconocer al gobierno de Eulalio, que era el  auténtico y legítimo ya que nació con el voto de los delegados.La mayor parte de generales famosos que plasmaron su firma en la bandera nacional, no le hicieron honor a su rubrica ni a su palabra. Obregón fue el primero que se rajó, yéndose con Carranza hasta el puerto jarocho. Vista esta traición hecha por el sonorense, a Eulalio no le quedó otra que rifarsela con Villa; dándole el cargo de comandante de las fuerzas armadas. Pero Villa era un desmadre y hacía lo que le venía en gana, sin respetar la autoridad de Gutierrez.En el mes de Enero de 1915 -se están cumpliendo 108 años- el egoísmo y voracidad de caudillos malvados, como Obregón, Villa, Carranza y Zapata; terminó por descarrilar aquel ejercicio democrático, viéndose obligado Eulalio a salir él y su equipo, de la capital del país, por no existir las condiciones para la gobernalidad.Por esa falta de respaldo, de los cuatro caudillos mencionados, en los meses que siguieron murieron miles de mexicanos en una guerra fratricida; que fue precisamente lo que se trataba de evitar con el asunto de La Convención.Más tarde tres de los caudillos se mataron entre ellos mismos, el último, Obregón, lo mató uno de su confianza uno de su máxima consideración; que supo camuflajear su asesinato: El turco, Calles. Así se apagó aquella flama democrática, que duró mucho tiempo para volver a medio prender; existiendo otra vez el peligro de quererla apagar.