Forjador del estado

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Tribuna villalvarense

Por: César Alejandro Guerrero Ramírez.

Este día se conmemora (o se debiera) el natalicio del general Manuel Álvarez Zamora, primer gobernador constitucional del estado, y tal como sucede en todo el país algunas celebraciones se hacen según el rumbo le den las autoridades, algunas optan por celebrar la fecha de cumpleaños y otras ocasiones la de muerte, citó que en este caso se realiza cada año un evento en la glorieta que lleva su nombre el 26 de agosto que se el aniversario luctuoso, pero de su natalicio ni quien se acuerde, ni el gobierno estatal, congreso local, mucho menos el ayuntamiento villalvarense.

Pero quién fue el general. Desde muy joven inició su carrera militar y política siempre en defensa del estado, a pesar de su estable posición económica nunca dejó de trabajar en sus negocios particulares y apoyar a la gente necesitada, incluso de su propia bolsa invertía para mejorar la calidad urbana y social de la ciudad de Colima. La vida de Manuel Álvarez comienza desde muy pequeño en una etapa problemática de México, que lo hizo tomar decisiones de adulto a su corta edad, mismas que le harían crecer como persona a la vez trazar su vida recta siempre en aras que nuestro territorio se superara, hechos en su conjunto a la fecha lo han inmortalizado.

Sus datos biográficos son los siguientes: nació un 20 de septiembre de 1800 en la entonces Villa de Almoloyan, sus padres fueron don Miguel Álvarez y doña Ana Zamora, prósperos empresarios. Fue bautizado el 24 de ese mismo mes y año con el nombre de José Manuel Dolores Álvarez Zamora según el acta bautismal expedida por el sacerdote Vicente Martínez, siendo sus padrinos el señor Manuel Ramos y su esposa Inés Zepeda. En la pubertad y adolescencia empezó a cobrar conciencia del momento trascendental que le tocó vivir. Antes de cumplir los 17 años se dio de alta en el Ejército Insurgente que se encontraba en los alrededores del territorio colimense, dando muestra clara de honradez, humanismo y deseo de servir a sus semejantes. En un momento tuvo la disyuntiva de sumarse a los conservadores o liberales, pues en esa época se daban serias controversias respecto a los ideales de ambos bandos, decidiéndose abrazar la causa liberal por considerarla la más positiva para el futuro de la nación y su pueblo. Muy pronto destacó como militar intachable, lo que lo llevó enseguida a desenvolverse como político. A los 26 años desempeñó su primer puesto público al ser designado como regidor del Ayuntamiento de Colima, cargo que ocupó dos años. Al mismo tiempo, siguió encuadrado en la Guardia Nacional de Colima, ya que fue hasta 1834 cuando pidió su licencia ilimitada, por las responsabilidades inherentes a su desempeño público. En ese año ya había ascendido al grado de capitán, por lo que en poco tiempo demostró sus habilidades en la vida militar.

En 1857, la nueva Constitución promulgada en Querétaro, otorgaba a Colima el anhelado sueño de ser estado libre y soberano de la Federación, propiciando se reuniera el Congreso Constituyente, por lo tanto el 19 de julio quedaron instalados los poderes Ejecutivo y Legislativo, en solemne ceremonia que tuvo lugar en el Ayuntamiento, Manuel Álvarez, rindió protesta como primer gobernador constitucional. A continuación, abierto el primer periodo de las sesiones ordinarias, los diputados aprobaron por unanimidad el dictamen que declaraba gobernador electo al general Álvarez, quien al dirigirse a la concurrencia dijo: “Mi gratitud será eterna y sacrificaré gustoso mi existencia, si es necesario para la felicidad pública”. Para terminar, expresó: “He puesto a Dios por testigo de que cumpliré con mi deber. Mi juramento no será en vano, pues sé que me obligo delante del cielo y delante de los representantes del pueblo”. Su tarea inmediata junto con la clase política fue crear las estructuras de la nueva entidad Federativa. Enseguida formuló y apoyó el proyecto de la primera Constitución de Colima. Su mérito como forjador, de inmediato fue reconocido y alentado por los mismos colimenses.

Como todos sabemos, nadie tiene escrito el destino, lo labramos cada momento, por tal razón, el 26 de agosto de 1857, el día que concluyeron los debates de la carga fundamental, estalló una asonada que encabezaron los capitanes Mariano Béjar -a quien se le atribuye haber disparado el balazo que terminó con la vida del general- y José G. Rubio y, al ser informado, Manuel Álvarez armó a algunos de sus hombres y al frente de ellos se encaminó hacia donde estaban los amotinados. Los soldados y paisanos que seguían al general lo abandonaron, pero él siguió adelante creyendo que podía aquietar a los revoltosos que se encontraban en los portales de la plaza mayor, pero inmediatamente una bala le atravesó el pecho y cayó sin rastro de vida, quedando su cuerpo, según testigos, tirado por varias horas ante la inclemencia del clima pues hay que tener presente que estaba ex comulgado por ser liberal, paradójicamente sus restos se encuentran en el templo de la Salud de la capital.