FIESTA EN EL PRI

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TAREA PÚBLICA

Por: Carlos Orozco Galeana

La semana pasada el PRI cumplió un año más de existencia y, armado de valor, refrendó su optimismo de cara a las elecciones del 2018. A sus correligionarios, Enrique Peña Nieto dijo que la oposición no estaba lista aún para hacer mejores gobiernos y expresó su confianza de que no solo ganará las elecciones en Estado de México, Coahuila, Nayarit y Veracruz, sino también la presidencial. Vaya confianza!

Esa fiesta generó en el priísmo motivos de alegría porque ese partido es el del poder, dirán sus más altos dirigentes. Y la oposición podrá decir lo que quiera, patalear o exponer su fe a sabiendas de que tendrá la oportunidad de acceder el poder en tres estados en dos de los cuales se le ha negado la alternancia (Coahuila y Estado de México). Pero el PRI no tendría por qué estar tan a gusto en su fiesta pues las cosas no pintan tan a su favor, es como si alguien estuviera sentado en un barril de gasolina destapado y con una cerilla encendida en cada mano diciendo que todo está de maravillas.

Todas las encuestas le desfavorecen, y aunque son una radiografía del momento, la constancia negativa en los últimos resultados electorales hace suponer que las cosas no saldrían como los priístas añoran y que en el 2018 pudiera ser enviado hasta el tercer lugar. Los cálculos en el Estado de México deberían mantenerlos muy preocupados.

Además, el tricolor está apostando a viejas figuras que la gente no quiere ver ni en pintura, como José Murat y otros tantos como él de ingrata memoria. Y hasta ya está enfilada la sobrina de Carlos Salinas para liderar el PRI. Estos son mensajes muy malos. ¿Dónde están los políticos jóvenes de gran valía, la renovación?

Este partido se desgastó porque se olvidó de abanderar luchas populares, ha dejado solos a los ciudadanos en momentos en que le reclamaban solidaridad. Se mostró impasible frente al saqueo de varios exgobernadores a los que acabará exonerando. Le afecta la baja aprobación al presidente Peña Nieto por la crisis económica, la inseguridad, la casi invisible lucha contra la corrupción interna (en el aparato) y externa, el manejo tibio ante el gobierno de Trump. Pero si no obstante esa realidad, los priístas piensan que todo anda requetebién, que las cosas están placenteras, pues qué mejor para sus oponentes.

Mientras tanto, en Colima el gobernador Ignacio Peralta ha tenido su primera audiencia ciudadana en un municipio pequeño como Comala, estrategia que sus opuestos ven como inicio de campaña para favorecer al PRI. Fueron asuntos menores los que se le plantearon allí, pero le sirvió para enviar el mensaje de que es un ser humano de carne y hueso como otras tantas personas que se le acercan en busca de soluciones. Que no es un príncipe europeo o asiático. Ese contacto con los ciudadanos le es favorable políticamente a él y a su partido porque intima en cierto modo con la gente de las diversas localidades. La pregunta es si eso bastará al grupo gobernante de cara al proceso del 2018.

El reto del PRI es sin duda recuperar la confianza perdida, y esto vale para todos los partidos e instituciones que se alejan de sus objetivos primarios. La confianza ha desaparecido de la escena política. Zygmunt Bauman, recién fallecido, planteaba en su texto “Amor Líquido”, que el mundo actual parece conspirar contra la confianza y que esta ha sido sentenciada a una vida llena de frustraciones. “Emanación natural de la soberana expresión de la vida, la confianza busca en vano un lugar donde arraigar”. Y no alcanza su lugar idóneo. El PRI la tiene de subida por no mantener un vínculo de cercanía con sus militantes y con la sociedad en general. Y así, la sociedad no confía ya en los partidos políticos en México, como lo reconoció Adriana Ruiz Massieu, la sobrina número uno de México que tiene a tiro de escopeta la jefatura tricolor. Para que se vea quien manda ahí.