Duc in Altum

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“Contemplaron su ojos la grandeza de su gloria, y sus oídos oyeron su majestuosa voz, y les dijo: Guardaos de toda iniquidad.” Sirásida 17,11.

Por: Yosnel Alvarez Targarona.

En efecto, éste era el deseo inmenso que se movía en el corazón de San Antonio Abad, el retirarse y apartarse del mundo para poder contemplar a Dios con mayor fervor, para que nada que pudiese molestarlo o interrumpirlo lo apartara de saciar esa inmensa sed que sentía de Dios. San Antonio, como muchos otros santos, fue un santo único; él perfectamente sabía que todo lo que poseía en el momento antes de consagrarse por completo a Dios, de cierta manera le ataba y, la mejor forma que vio para librarse de esas ataduras fue desprenderse radicalmente de todo cuanto tenía y abandonarse a la Providencia de Dios, cosa que no le resultó sencilla ya que tenía una hermana menor de la cual cuidaba. Algo muy peculiar en la vida de San Antonio es que era muy cercano con los animales, a tal punto que una vez se le acercó una jabalina con sus crías estando ésta ciega y, el santo se compadeció de ella y le dio así bendición para curarle la ceguera, la criatura quedó tan agradecida que desde ese momento no se separó de su lado y le apartaba cualquier alimaña que se le acercara. Otro episodio muy único en la vida de este Santo es que no comenzó su vida de monje contemplativo hasta que no aprendió de los demás cuanto podían enseñarles, fue sumamente necesario para San Antonio el poder finalizarse con los demás, el llevar ese amor de amistad al límite de la capacidad humana para luego poder encontrarse a solas con Dios. Es justo aquí donde nace la vida contemplativa, en esta sed de seguir amando y de configurarse con el amor de Dios, con la esencia de Dios; a lo cual estamos llamados por el mismo Dios en mayor o menor medida.

La aparición de este nuevo estilo de vida, esta “vida contemplativa” en la sociedad, tanto en la de San Antonio como en la nuestra, siempre produce un impacto enorme ya que nos recuerda que si bien no podemos por estar todo el día frente a la cruz haciendo actos de adoración tampoco podemos dejar que pase un minuto sin estar interiormente en una actitud contemplativa, esta actitud se da en la acción de gracias hacia Dios y se concreta en el “estad siempre alegres” de Jesús, es precisamente la alegría la que revela dos cosas importantísimas: que se participa de la alegría de Cristo en la eternidad aquí en la Tierra y, la segunda: que somos para nuestros hermanos y prójimos, testigos y reflejos de la luz de Dios en nuestras vidas. Si algo tenía presente San Antonio era la sonrisa, tanto así, que cuando murió lo hizo sonriendo.

La primera en recibir está gracia que Dios dio al mundo a través de San Antonio fue la Iglesia, quien poco a poco fue comprendiendo cada vez mejor esta gracia contemplativa en la vida cristiana, muchas son las Órdenes y congregaciones religiosas que queriendo estar “en el seno del Padre” optaron por tener al menos un momento contemplativo en su día a día. Ésta fue una renovación tan magnífica para la Iglesia que ese fue el principio de la efusividad del Espíritu Santo para el surgimiento de monasterios puramente contemplativos, tanto masculino como femeninos.

La vida contemplativa es una llamada a vivir más de cerca la intimidad con Dios a todos los cristianos, pero sabiendo San Antonio que seguir a Cristo no es necedad sino que el no seguirlo es una locura dijo: “Viene un tiempo en que los hombres enloquecerán, y cuando vean a alguien que no esté loco, lo atacarán diciendo: Estás loco, no eres como nosotros.”

*Prenovicio O. P. La Habana, Cuba.

Convento San Juan de Letrán # 258, calle 19 e/J e I, Vedado, Plaza de la Revolución, La Habana, Cuba.