CULTURALIA

0

EL VOTO EN MÉXICO 

Por: Noé Guerra

El ejercicio electoral es de primordial importancia para el desarrollo democrático, político, social y económico de un país. Desde la ancestral elección del Tlatoani, que se hacía con cuatro únicos votos de igual número de notables representativos de la comunidad que legitimaban al noble sucesor de la familia reinante, entre los grupos nativos más adelantados del mundo prehispánico hasta la época moderna en la que tanto se han sofisticado los procesos electorales y que transitoriamente (Los partidos políticos promueven a sus “representantes ciudadanos”) se ciudadanizaron como organismos calificadores, existe una importante tradición electoral entre los que nos antecedieron y quienes habitamos esta región, antecedentes que en la víspera local electoral considero necesario recapitular.

Elecciones primitivas aquellas que contra lo que se pudiera suponer no siempre fueron tersas sucesiones, como la que devino al fallecimiento de Izcoatl, cuando se enfrentaron dos partidos, el de Tlacaelel contra el de Moctezuma, a la postre Taltoani, mientras que al perdedor se le concedió ser Cihuacoatl, una especie de primer ministro que en la realidad y dadas sus condiciones personales y circunstancias políticas del momento, se constituyó en el verdadero poder tras el trono durante el mandato de Moctezuma Ilhuicamina.

Traído como herencia del alto Medioevo, el municipio fue la figura que como corregimiento o Ayuntamiento estableció acá Hernán Cortés para legitimar su presencia en las llamadas indias o nuevo mundo aquel febrero de 1519, cuando fundó la Villa Rica de la Vera Cruz con el nombramiento de regidores populares y regidores reales así como alcaldes mayores, siendo él el primero, ordinarios y de comisión, como el de la policía, quienes a su vez eran los responsables de elegir, salvo a los munícipes reales y excluyendo a familiares, a sus sucesores en el cargo, mismo que era honorífico, o sea sin pago alguno, para despachar por espacio de tres años sin posibilidades de ratificación inmediata.

Ya sobre el segundo cuarto y con la institución del virreinato, fueron los encomenderos en primer voto quienes elegían de entre los vecinos al Alcalde, individuo que tenía que ser ratificado por el segundo voto y que era el de la comunidad que representaría fungiendo como juez en querellas vecinales y aplicando justicia de acuerdo con el encomendero y el Consejo de Indias, lo que en la realidad difícilmente se daba, prevaleciendo la voluntad del encomendero o comisionado de la explotación de la tierra a favor de la corona y con mucho en detrimento de los naturales, lo que devino en una división organizativa surgiendo los ayuntamientos de indios la par de los de españoles con derechos y obligaciones diferenciadas como la del respeto a los usos y costumbres de las comunidades indígenas que en muchos casos aún prevalece.

Con la intervención francesa a la España decimonónica y su posterior expulsión los usos políticos cambiaron para generar otra forma de gobierno que regulado por la Constitución de Cádiz auspició la participación plural para elegir por un año a los cabildos con posibilidad de otros dos, similar a los miembros de la diputación provincial que limitaba el poder del Virrey y de la Real Audiencia. Documento que abrogado se pretendió sustituirlo por la llamada Constitución de Apatzingan propuesta por Morelos sin una real aplicación posterior, no obstante que precisaba temporalidades y mecanismos de elección, así como las cualidades de los aspirantes (solo hombres) y en la que la iglesia católica tenía absoluta injerencia. Aspecto que con la monarquía iturbidista fue rebasado en la Carta de 1824 cuando a elegir se establecieron las figuras del Ayuntamiento, Partido y Provincia con su respectiva categorización y proporcional número de votantes.

Consolidada la República como institución pero sin estabilidad social, entre intervenciones, asonadas y traiciones, México enfrentó etapas de constante vulnerabilidad y el voto popular fue olvidado hasta que Porfirio Díaz lo retrajo como un recurso para legitimarse primero y, después, con simulaciones electorales cuatrianuales permanecer, igual que la mayoría de sus similares estatales, por más de tres décadas en el poder, el que tuvo que ceder junto con otra etapa de inestabilidad que se prolongó por otras tres décadas de deslealtades y de caudillos, hasta que gracias al auge económico el país se fue estabilizando y con ello consolidando sus instituciones, lo que con su cuota de sangre se vio coronado con el sufragio femenino en 1953 y de ahí hasta nuestros días como un derecho propio del ciudadano mexicano, sin importar su condición de raza, género, económica o académica para ejercerlo de manera libre, secreta y directa por lo que estoy seguro que después de haber leído esto estará de acuerdo en que votar no debe ser una simple opción, sino que por quienes dieron su vida para lograrlo se traduce en más que un acto responsable y comprometido, en una obligación.