AL VUELO 

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Homenaje a Thomas Hobbes

Por: Rogelio Guedea

Quien lea el Leviatán, de Hobbes, encontrará, en el apartado que tiene que ver con el hombre, un pasaje que parece sostener todo el libro, y que nos enseña más de lo que cualquiera podría esperar. El pasaje habla sobre el hombre en su relación con los otros. Hobbes compara al hombre con las piedras que utilizan los albañiles para construir los cimientos de las casas, primero, y sus muros, después, y dice, en esa forma sentenciosa que lo caracteriza, que las piedras irregulares, sin forma, se quedan fuera de los cimientos y los muros de las casas porque no se ajustan a la uniformidad y regularidad de las otras, y que por eso el constructor las echa a un lado o las arroja al vacío, porque es la piedra la que tiene que ajustarse al conjunto y no el conjunto a la piedra. Dice Hobbes que esto mismo pasa con los hombres. Dice que cuando un hombre, como una piedra, no se ajusta al conjunto, no se armoniza con el todo, reniega de su forma o intenta a capricho imponer la suya, creyendo tener la verdad absoluta, entonces el todo lo expulsa, como el constructor expulsa las piedras amorfas. Esperar que toda una sociedad se ajuste a los deseos de uno o varios, aun cuando estos tengan la razón, es como pedirle paz a los irascibles. O, ya lo sabemos, peras al olmo.

 

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