Por: Jorge Martínez
DESLEALTADES…
El futbol es un deporte en donde se supone se premia la inteligencia, se aplaude al esfuerzo y vitorea la habilidad individual o colectiva, incluso, cada estrategia y táctica desde el banquillo son aclamadas o censuradas.
Increíblemente es tan vulnerable –el futbol- que se permiten infinidad de traiciones entre todos los actores que intervienen: ingratitudes entre los dirigentes de los clubes, infidelidades entre los jugadores, vilezas entre los aficionados y traiciones a todo nivel.
Pongamos algunos ejemplos para entender las deslealtades en el futbol: da lo mismo cuando un jugador simula un penal o una falta o bien, cuando dos naciones de aficionados rivales se reúnen para hacer la paz ante las autoridades competentes y al final terminan rompiéndose el hocico sin miramientos dejando al futbol como un ínfimo, insignificante y enano pretexto; esto es equivalente a cuando un equipo completo confabula y “le tiende la cama” al timonel en turno, como lo sucedido entre Carlos Leonardo Barra Díaz y la “pandilla rayada”, pues de forma grosera y deshonesta ya bajo la tutela de Ricardo Antonio Mohamed Matijevich corrieron como nunca en lo que va del Clausura 2015 provocando incluso el despido de Marcos Ignacio Ambriz Espinoza de la dirección técnica de Gallos Blancos; otra muestra de una actitud desagradecida puede ser el caso de José de Jesús Corona Rodríguez, que a primera vista no se esforzó por lanzarse en las dos anotaciones del “rebaño sagrado” dejando en entredicho su capacidad en balones que normalmente ataja con maestría y perfección. Ya ni hablar del trabajo de Francisco Chacón Gutiérrez que se guardó por lo menos un par de rojas en contra de Chivas; así mismo este deporte suele ser a menudo víctima de hombres zaínos, villanos y simuladores al momento de descubrirles sus tranzas fuera del terreno de juego, como el amaño de partidos, por ejemplo.
Lo defectuoso de todos los casos atrás mencionados, no es justamente la deslealtad en todas sus formas, “el problema no es problema”, como dice Ricardo Arjona, sino el veredicto que le demos al juicio dependiendo de donde vengan las indignidades, es decir, les damos mayor o menor grado de aceptación, según nos convenga o no nos convenga.
Lo de las simulaciones ya constituye un arma permitida en este deporte, la televisión demuestra semana a semana que los árbitros se equivocan, éstos nos rectifican a menudo ser los mejores pita faltas y los jugadores nos demuestran que no conocen de lealtad, pues con tanta pirueta y maroma solo denigran al fútbol, esclareciendo el turbio negocio que engrosa las carteras de unos pocos a costa del sentimiento de muchos; Acciones que desnudan la dignidad del juego, vacían los bolsillos de los aficionados, rompen los sentimientos de los clubes, provocan la quiebra de los empresarios y hacen que los grandes estadios luzcan obsoletos.
Y entendamos que el fútbol es un deporte gobernado por unos pocos que someten con sus negocios a muchos vulnerables. Otro prototipo de esta índole, es sin duda la polémica surgida en torno al posible amaño de partidos donde Javier Aguirre Onaindía está involucrado, nos hace recobrar la memoria de momentos infieles que alteran la dignidad de este deporte tan amado.
Y es que antes de ser futbolista o técnico se debe ser un buen ser humano, leal a los principios de libertad y de justicia, lo mismo debería suceder con nuestro futbol. Así que debiéramos empezar a recapacitar y respetar las reglas no solo del juego limpio sino también las normas morales y éticas fuera de, pues de éstas dependen en gran parte las futuras promesas deportivas.
Las deslealtades hay que castigarlas, da lo mismo si se trata de un jugador o de un técnico; la picardía siempre existirá dentro y fuera, provocará algarabía, entusiasmo, fama y alegría, pero si es desleal esa felicidad desaparecerá junto con el respeto de un sopetón y aparecerán manchas sobre la piel de cada playera portada o bien, de cada saco investido.
¡Sin que nos gane el sentimiento, hasta la próxima!
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