TAREA PÚBLICA

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SEPULCROS BLANQUEADOS

Por: Carlos Orozco Galeana

El papa Francisco criticó hace unas cuantas semanas a los cristianos corruptos y declaró, citando un fragmento de la Biblia, que deben ser castigados con una pena inigualable como es la de que les aten al cuello una piedra de molino y sean tirados al mar,  como dijo Jesús.  No, no nos asustemos, él habla en sentido alegórico, pero es un modo de significar lo reprobable que es atentar contra los demás.

El pastor de la Iglesia católica declaró que los cristianos que donan dinero a la Iglesia pero roban al Estado están llevando una “doble vida” y son pecadores que deben ser castigados. No se habla de perdón aquí, porque donde hay engaño, el Espíritu de Dios no puede estar”, explicó. Describió a los involucrados en prácticas corruptas como “sepulcros blanqueados” porque “parecen hermosos por fuera, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de putrefacción”.

Según el papa, “todos nos debemos considerar pecadores, porque todos lo somos; pero no corruptos, ya que este tipo de personas está fijo en un estado de suficiencia, no sabe qué cosa es la humildad”.  “Un cristiano que se vanagloria de ser cristiano, pero que no hace vida de cristiano, es uno de estos corruptos”.

El Papa   Francisco dejó claras sus intenciones de hacer frente a la corrupción en el Vaticano en octubre del 2013 cuando definió que la Iglesia tiene que seguir adelante con el corazón de la pobreza, no de la inversión o de la filosofía de  un hombre de negocios. Pero, en sus homilías y entrevistas, ha dejado ver cuánto mal causan a los pueblos esos sepulcros blanqueados que presumen su nitidez pero que en esencia se complacen con el mal, con dañar a los demás viéndolos como sub individuos, con soberbia y egoísmo.

Es evidente que el Espíritu de Dios no está en los  que lo traicionan exhibiendo una actitud indiferente o de molestia  ante los necesitados o sufridos, los que  teniéndolo todo no ofrecen ni un vaso de agua a  nadie a pesar de que los patrimonios o  situaciones de vida no han sido obtenidos a veces con el trabajo honrado y  son, en cambio,  producto del hurto  a los demás. Dios se apiade de  esos sepulcros blanqueados voraces e insensibles.

Por la corrupción,  dice el Papa y dice bien, tenemos una sociedad insensible y desigual en la que no cuentan los méritos probos sino las conductas ilegales que incluso son aplaudidas en foros y en círculos eminentemente colmados de corrupción. Y lo peor es que parece que la sociedad se ha acostumbrado a que la roben, a que le mientan y que los bandoleros exhiban el  poder que da el dinero y nulifiquen las acciones de tanta gente que hace el bien a la  sociedad. En muchos lugares hay prototipos de personas, de calaña maldita, insaciables, que no se cansan de atesorar aunque en ello les vaya la tranquilidad de su existencia  el desdoro público y hasta familiar.

Nuestra cultura sigue siendo muy  corrupta, un modo de vida que lejos está de desaparecer. En todas partes se cuecen habas. Hay una carga de soberbia grande en los que escogen el camino fácil y sorprenden a todos con su intervención amañada.

En Colima, hay  capitalistas conocidos que  lejos están de hacer obra social valiosa y en cambio aprovechan sus influencias para acrecentar sus negocios  y ofrecen  a trabajadores salarios menores y una seguridad social aparente. Es evidente que violan leyes. Hay entre ellos inversionistas poderosos que  luego de un tiempo largo, dejarán temblando a las comunidades porque las saquearon con su  comercio ventajoso. Y de aquí, luego, se irán a otro lado donde los recibirán con los brazos abiertos y les aplaudirán y podrán seguir haciendo de las suyas.

Que el Papa siga hablando fuerte contra la corrupción que  nos corroe es positivo, pero hemos de corresponder a sus convocatorias   con una toma de conciencia;  que  cada uno  reflexione y asuma compromisos con actos generosos para que las cosas cambien. Nadie cambia porque le digan que cambie; en cada quien  está la conciencia recta de origen y el Espíritu de Dios que nos hace escoger  el buen camino. Resistámonos a ser  sepulcros blanqueados.

Renunciemos a hacer el mal a otros y  a alterar la vida social con  ambiciones traidoras que dañan a las comunidades. Tengamos conciencia de que la rapiña en que algunos se refocilan, va contra  ellas, contra la paz y la justicia social, pues esperan acciones vitales como contar con agua potable, calles limpias o seguridad.  En la vida familiar y vecinal, apeguémonos a valores y respetemos las normas básicas de convivencia. Nada cae del cielo, son el conjunto de actos bondadosos los que perfilan   la sociedad justa que todos deseamos.