CONFUSIONES EN TELEVISA
Por: Carlos Orozco Galeana
Recientemente escuché por televisión un diálogo entre varios personajes que opinaban sobre un tema en forma equivocada. Dirán los oyentes: es que son comentaristas de televisión, no saben de muchas cosas pero opinan. Exactamente, esta es la explicación. En ese grupo estaba un señor llamado Raúl Araiza que, en un programa equis donde lo castigarían bebiendo una pócima horrible en su sabor si no deletreaba correctamente la palabra herbívoro, optó sin más por hacerlo para no verse exhibido en su falta de conocimiento del lenguaje. Este tipo de personas opina frecuentemente de temas que no conoce y menos domina. La ignorancia confunde.
La gente del programa de Televisa Hoy, opinó sobre el compromiso matrimonial, les pareció extraño e injusto por aquella noción del “se unirán y serán una sola carne”. ¿Cómo es eso?, se preguntaron algunos, si los esposos han de ser independientes y autónomos uno de otro.
Esa noción bíblica no ha de leerse literalmente, recuérdese que la Biblia fue escrita en épocas muy lejanas, casi 2000 años, y estaba dirigida hacia determinado público. Ser una sola carne en el matrimonio significa compartir la vida en amor y en solidaridad total en todos los aspectos. No se quiere decir que una persona ha de dejar de serlo para asimilarse sin más a otra, a sus intereses o emociones, sino que se escribe con un sentido de armonización entre dos seres distintos pero unidos en lo esencial: en el amor.
Cada persona es individual, tiene sus pensamientos y su modo de entender la vida. Tiene voluntad e inteligencia, dones otorgados a Dios que nos asemejan a él. Dios no querría que en el matrimonio el hombre o mujer cedieran en todo al otro (a), olvidándose de sí mismo porque ahí no estaría la felicidad verdadera. Cada persona es libre y autónoma, tiene una misión, y es en el matrimonio donde, a mi juicio, más se avanza en su cumplimiento.
El matrimonio, por lo demás, siempre es motivo de aprendizaje. Todos los días son distintos para los cónyuges, es falso que sea aburrido, una rutina indeseable, una costumbre. Lo que pasa es que por el trajín de la vida se olvida a veces que el amor está ahí, en cada corazón y hay que manifestarlo. No deja de ser un arte llevarla bien, compaginar las situaciones entre dos personas que piensan diferente.
Dije bien: llevarla a todo dar en el matrimonio es un arte. Hay que aprender a ceder una y otra vez. Toda persona tiene un juicio diferente a otra sobre lo que se discute. Entre los esposos así ocurre. Nadie tiene la razón todas las veces, ni nadie carece siempre de ella. Pero es difícil lidiar con el egoísmo en casa, obstáculo serio para la felicidad. El egoísmo es muy destructor.
Esa felicidad es de dos y no nace espontáneamente. Hay que construirla todos los días. Se nutre de cosas al parecer intrascendentes pero con gran significado. ¿A poco no se le iluminan los ojitos a la esposa cuando se le hace llegar un ramo de rosas, o cuando se le dice con cierta frecuencia que se le ama? Igualmente, el varón ha de ser estimulado y reconocido en sus virtudes. ¡El hombre no es solo proveedor de satisfactores!
No permitamos, pues, que personas ignorantes de la institución matrimonial y que tienen a sus órdenes, por desgracia, un medio tan poderoso como la televisión – Taravisa le dicen algunos – confundan con sus juicios erróneos algo tan sagrado como es el amor entre dos seres que se aman porque se reconocen y se reconocen porque se aman.
CARLOS OROZCO GALEANA.