SAN CAYETANO

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Por José Díaz Madrigal

Todavía a finales de la década de los setentas, eran bastante conocidos los paseos a San Cayetano. Éste era un balneario que consistía en una alberca de aproximadamente 15 metros de ancho por 25 de largo, además también había un gigantesco tanque lleno de agua de unos 50 por 70 metros. Los dos se abastecían con las limpias corrientes del río Colima. Fueron muy populares, entre la chiquillería de aquel tiempo, las excursiones que se hacían a ese lugar.

Subiendo por la calle Venustiano Carranza, después de pasar el Panteón de los Gringos; seguía un camino empedrado flanqueado a la derecha por tupidos cañaverales -la actual colonia Las Palmas- y a la izquierda por frondosas Parotas y árboles de Mango -ahora un coto privado y el colegio Campoverde- se llegaba a un guardaganado mero en medio de dos robustas pilastras, que era donde empezaba el predio de San Cayetano; trescientos metros adelante se encontraba una amplia terraza que servía de restaurante y las albercas a los lados.

Por los años ochentas, se instaló en el límite sur de San Cayetano, el colegio antes mencionado. Es de suponer, que derivado de algún compromiso con el Ayuntamiento; ésta escuela se apropió un tanto gandallamente de un pedazo de vía pública, con una medida aproximada de 100 metros de largo. De tal manera que se canceló la antigua entrada a San Cayetano por el lado del guardaganado. Por esos mismos años el balneario cambió de propietario y el nuevo dueño cerró definitivamente el negocio de las albercas.

San Cayetano tuvo por muchos años una historia de éxito. Fue una fábrica que se puso en marcha cuando Colima aún no tenía la categoría de Estado de la federación. Eran los primeros días del mes de Enero de 1842, precisamente se están cumpliendo 181 años de la inauguración del primer establecimiento fabril de tamaño industrial que hubo en el Estado.

Emprendedores locales encabezados por Ramón R. de la Vega -más tarde gobernador del Estado- y el empresario español Cayetano Gómez -seguramente éste último tenía el mayor porcentaje de acciones, ya que a él se debe el nombre de San Cayetano- formaron una sociedad mercantil, para elaborar productos de uso común en los hogares; tales como cobijas, piezas de manta, camisas, tela de franela y los coloridos rebozos muy en boga en aquella época.

La fábrica de Hilados y Tejidos de San Cayetano, prosperó por muchas décadas gracias a la siembra de algodón que se cultivaba en la costa. El algodón se transportaba en recuas de mulas, dirigidas por hábiles arrieros, desde lugares como Cihuatlán, Jalisco y Coahuayana, Michoacán. La moderna maquinaria con la que se trabajaba en San Cayetano, la compró don Ramón en el Estado de Massachusetts en los Estados Unidos. La creación de ésta empresa, trajo múltiples beneficios al pueblo de Colima; proporcionando empleos a mujeres y hombres había un total de 250 personas laborando en el interior, además de numerosos empleos indirectos de campesinos y arrieros en el exterior.

La localización de la fábrica justo a lado del río Colima, no era casual, se buscó éste lugar a propósito puesto que el agua que utilizaba, venía del caudal del río con lo que se llenaba el tanque grande; luego se conducía el agua por un hermoso acueducto, que todavía existe. De tal modo que la fuerza y la energía se generaba por la caída de agua, que hacía girar una enorme rueda y ésta ponía a trabajar una turbina con la cuál se movían los husos y carretes para enrollar los hilos de fino algodón.

Varios factores coincidieron para el declive de San Cayetano, primero murió don Ramón que había sido un excelente administrador, luego se inundó el mercado con telas más baratas de otras regiones del país, con las cuales era difícil competir; sí le sumamos a eso los conflictos políticos y la guerra revolucionaria, se hizo insostenible mantener aquella fábrica, cerrando para siempre esa fuente de empleo.

En los años cincuenta, Lucas Huerta compró lo que quedaba de San Cayetano. Fue él quien puso a funcionar el balneario utilizando los viejos tanques de almacenamiento de agua. Duró funcionando como tal, casi 30 años, después la mancha urbana rodeó el predio que ahora luce abandonado.

Por lo que toca al tramo de calle pública aprovechada de forma particular por el colegio Campoverde, en estricta justicia sería que pague renta al Ayuntamiento, por el uso que le da a una propiedad que es de todo el pueblo. Los campos de un jardín en una colonia se ven extremadamente secos por falta de agua. A pregunta expresa con el encargado el motivo de tal situación, responde: la bomba no sirve, ya la he reportado varias veces; pero me dicen que no hay dinero para arreglarla.

Con la renta que legítimamente tiene que retribuir Campoverde, pudiera etiquetarse ese dinero exclusivamente, para que no hubiera campos secos en los jardines. Sería una sana reciprocidad del colegio con Colima, puesto que ésta exitosa escuela privada nació, ha crecido y ha prosperado con mucho prestigio en tierras colimotas.

Feliz año nuevo 2023