LA FE NO SABE ESPERAR

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TAREA PÚBLICA 

Por: Carlos Orozco Galeana

La pandemia ha trastornado un sinnúmero de actividades económicas que sustentan el funcionamiento de los sistemas políticos y son miles de millones de dólares ( o en otras monedas) los que se han perdido en negocios, amén de lo más valioso: la de vidas humanas. 

Esta sacudida provocada por el covid ha mostrado la vulnerabilidad  de los sistemas sanitarios en el mundo, tomados por sorpresa ante la aparición de un virus desconocido como peligroso que ha sufrido cientos de mutaciones en lo que va del año aumentando su peligrosidad. Diversos jefes de estado calificaron su amenaza  como algo pasajero y a lo que no se debía prestar tanta atención pues era como una gripe. Pero evidentemente,  fallaron en  sus percepciones y el resultado es que hay 26 millones de contagios  y casi 800  mil fallecidos ( Estados Unidos y Brasil a la cabeza). 

Actualmente, nuestro país sufre esa pandemia que ha originado casi 67 mil muertes. Son más que seis mil, cifra que  calculaba al inicio el zar de la pandemia. Los contagios, como bien se sabe,  suceden en mayor o menor número en las entidades, presentándose con más vigor en unas que en otras  en forma cíclica por lo que se genera  tirantez en las relaciones entre el gobierno  federal y los estados porque estos se muestran renuentes a aceptar las políticas centrales, algunas de las cuales, según sus apreciaciones, “son contradictorias y erráticas”.  

Y en esas andamos cuando la Iglesia católica ha dictaminado que sus templos tienen que abrirse para regocijo de sus fieles, aunque con las medidas de protección correspondientes: sana distancia entre personas, asistencia al 50 por ciento en las instalaciones,   uso de cubre bocas. 

Si se cumpliera al cien por ciento con esas exigencias no habría problema, pero los mexicanos no tenemos inclinación a respetar acuerdos o leyes en forma cabal. Nos vale. No importan consecuencias de los actos de cada quien si está implícita una satisfacción personal. Así somos.   Esto lo comprobamos diariamente en cualquier parte donde hay flujo de personas. Una tercera parte sí protege a otros y atiende recomendaciones, pero la mayoría se conduce sin protección ni el mínimo cuidado.

A los templos acude más gente en plena adultez. Personas con problemas de salud y con dificultades incluso para caminar, a las que desde luego les hace falta su misa diaria, y no se diga las dominicales. Esas personas piensan que alimentar el espíritu es primero. Pero, como sabemos, esas son las que presentan mayores riesgos de contagio por padecer algunas enfermedades crónicas, por lo que  no es aventurado decir que privará la incertidumbre acerca del cumplimiento correcto de las indicaciones de la jerarquía.

Estar en semáforo rojo como está Colima debería ser un poderoso signo de alerta para cuidar la participación de grupos en los templos, o prohibirla de plano. Estamos en etapa de contagios múltiples, fáciles; yo me atrevo a decir que si los católicos quieren expresar su fe en esos sitios y estar con Nuestro Señor  Jesús, podrían escuchar mensajes que varios pastores hacen todos los días comentando el Evangelio diariamente en medios radiofónicos ( como  el presbítero Javier Espinoza Cárdenas) o presenciar las misas diarias en canales de televisión que las trasmiten por el Canal María Visión. 

Hay maneras de expresar la fe en Dios haciendo el bien a los demás, este es un acto concreto y sincero para demostrar  amor por los que más necesitan. Las personas pueden recogerse en sus domicilios, apartarse a un lugar cómodo y, calladamente, hacer oración.  Estar  en un templo es importante, pero también lo es tener el corazón abierto en un diálogo sincero y abierto con Dios y ser fieles a su estilo de ser bondadoso.

Decía Facundo Cabral en alguna de sus presentaciones: el Señor lo que quiere, más que rezos, es que seamos buenos y nos amemos los unos a los otros,   como lo hizo Jesús. Visitar la casa de Dios, como son los templos, es una necesidad para la mayoría de católicos que no son light, de la boca hacia afuera,  ciertamente, pero en esta época de grandes dificultades hay más opciones para que la población  exprese su religiosidad.

Pero cada quien ha de ser responsable de sus actos. La jerarquía ha prestado oídos a su feligresía y ha optado por la apertura de los templos. Seguro que meditó largamente esa cuestión. Ojalá  no salga el tiro por la culata. Ya van 444 decesos hasta anteayer. 

No queda más que  pedirle a la población católica que extreme cuidados y se proteja en forma conveniente. Tiene que ponderar que la vida puede correr riesgo y  practicar quizás su fe de distintas maneras.