HERENCIA MALDITA (Que la verdad no se escabulla en la indolencia y la simulación).

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TAREA PÚBLICA

Por: Carlos Orozco Galeana.

Lo que heredó el gobierno federal en materia de seguridad fue un “fruto podrido” de las pasadas administraciones, afirmó recién el presidente Andrés Manuel López Obrador, y dijo que a diferencia de los sexenios donde se “toleró” a grupos de la delincuencia, ahora “no hay impunidad”. Por ese motivo fue detenido, dijo, el ex director de Seguridad Regional de la Policía Federal, Luis Cárdenas Palomino y hace pocos días el intocable Emilio Lozoya.

Al cumplir tres años de mandato, Amlo defendió recién la efectividad de la política de seguridad, aunque reconoció que “va a llevar más tiempo” atender las causas que originan la violencia, pero sin recurrir a los métodos de “masacres o guerras”. En cambio, dijo que hay una reducción en los índices de robos de vehículos en 40 por ciento; en robos en general de 26 por ciento y en secuestros de 40 por ciento. Respecto de los homicidios, apuntó que “tenemos dificultad para reducirlos como quisiéramos”, pero aseguró que hay avances: “Hemos logrado contener el crecimiento que se traía en homicidios, incluso hay una disminución desde que llegamos, si quieres marginal, de 3 por ciento”. Recalcó que no se mantiene en “una burbuja, porque no me gusta el autoengaño, eso corresponde a los demagogos y a los hipócritas”. Y en feminicidios, claro que han aumentado, reconoció, aunque con la salvedad de que antes del actual gobierno no se contabilizaban como tales.

Como ejemplo de la eliminación de la impunidad, expuso el caso de Cárdenas Palomino, quien “era el segundo de (Genaro) García Luna y tenía una investigación abierta en la fiscalía, y se le detuvo porque ya no hay impunidad, y eso ayuda mucho. Por eso mi seguridad de que vamos a ir serenando al país, se va a seguir pacificando a México poco a poco”.

Esos son los referentes     básicos de quien está al frente de las instituciones en relación a hechos que siguen lastimando a nuestro país, convertido los últimos tiempos en un lugar no apto para el buen vivir. Tú das un abrazo y te vuelan la cabeza de un balazo. Sales al trabajo y no sabes si regresarás a casa sobre todo si se es mujer. Las cosas se han descompuesto en numerosas regiones donde impera la ley de grupos criminales que le disputan al Estado desde hace tiempo el control de territorio. Pueblos abandonados, migrantes huyendo de la muerte y buscando alimentos y alguna protección deambulan por las serranías rodeados de chiquillos; están en la desesperación   porque no hay autoridad   que los apoye. La Guardia Nacional se aparece por los lugares en conflicto, pero al irse regresa la violencia con más fuerza que antes en contra de los pobladores. Ni miles de patrullas adquiridas y desparramadas por todo México impiden por ahora la comisión de delitos graves.

Ya no hay tiempo para quejarse y culpar al neoliberalismo. Si entró un gobierno diferente porque así lo quiso la mayoría, es hora de establecer condiciones nuevas, estrategias eficientes y audaces que hagan valer el estado de derecho. Tiene que recuperarse el derecho a la vida, las libertades, la seguridad de toda persona viva donde viva, eso es lo que vale e importa. La Guardia Nacional debe anticiparse, con labores de inteligencia, a las masacres y al dominio territorial de las delincuentes.

Tiene que rescatarse a esos mexicanos que mal viven en la desesperación de perder tierras y familias, saldar esa deuda histórica que los ha postrado por generaciones; no se podrá hacerlo de otro modo, con abrazos o con quejas a las madrecitas y abuelitas que también andan huyendo por la sierra rodeadas de hijos y nietos hambrientos. Si hay autodefensas, con todo y que no son confiables, es porque el Estado está ausente en territorios disputados por el crimen organizado y porque la gente está sufriendo mucho.

Las cosas se han pasado de todo límite. Nuestra sociedad necesita que la aplicación de la ley se haga costumbre, que haya más inversión en educación, más funcionarios rentables en lo ético en los gobiernos, capaces e inteligentes, con carácter para implementar los cambios que sean necesarios, honestos sobre todo, que opten sin dudar por separarse del cargo si no pueden con el paquete o no están de acuerdo con las políticas del régimen de turno; requerimos más verdad, la verdad que se nos escabulle entre la simulación y la indolencia. Amlo tiene que ir contra los exgobernadores ladrones para que su discurso sea creíble. Con puras indirectas a personajes indeseables, ladrones, no basta.

Amlo dice y dice bien que se requiere combatir la violencia con la paz pero la violencia es ilimitada, imparable, ya estuvo bueno, y afecta a personas pacíficas que por desgracia están en el lugar incorrecto. También tiene razón Amlo en cuanto a que la pudrición está muy clara en los cuerpos policíacos, muchos de ellos infiltrados por maleantes, de ahí que incluso los C5 corran riesgo de ser intervenidos por la delincuencia y, luego, controlados.

La herencia maldita que recogemos, los frutos podridos, no resultan solo de la delincuencia imparable ni de la deshonestidad de los servidores públicos; derivan también de decisiones torpes e interesadas alejadas del bien común y de la torcedura del estado de derecho. En fin, largo es el camino para alcanzar la tranquilidad soñada. El Estado claudicó muchos años en sus deberes y dejó crecer la corrupción; es hora de preservar lo que se está haciendo bien, pero poner energía en las cosas que deben hacerse para cambiar y evitar más derramamiento de sangre y más pudrición. Y no ser rehenes del pasado. El cambio verdadero no puede esperar más.