FIESTA EN HONOR A SAN FELIPE DE JESÚS

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Por: Noé Guerra Pimentel*

Al parecer ya todo está listo, solo falta que llegue la fecha para iniciar con la gran fiesta que, por más de dos semanas, del viernes 7 al lunes 24 de febrero, el mero día de la bandera, se lleve a cabo la celebración más llamativa y tradicional del estado de Colima y la región entera, la de los festejos charrotaurinos de Villa de Alvarez. El patrono, San Felipe de Jesús; el lugar, la fecha, el patronato, las cuadrillas, el convite, los carteles taurinos y artísticos y sus alternantes, las cabalgaduras con sus amazonas y jinetes, la ruta, la majestuosa y extraordinaria petatera, nuestra reina de la belleza cuya distinción recayó en Yamila Palacios Rendón; y los invitados, en fin, la fiesta que en sí es y se significa durante esta temporada de bonanza y buenaventura Villa de Alvarez con la calidez distintiva y calidad de la característica anfitrionía de su gente.

Como lo adelanté en mi anterior colaboración respecto al más tradicional festejo villalvarense y en mucho de los colimenses, también lo declaré para “La hora nacional” en entrevista que se transmitió ayer domingo y, como a petición del área de turismo municipal igual, lo escribí para el sitio web del ayuntamiento de Villa de Alvarez, palabras más palabras menos, apunté que con un origen que data del 27 de agosto de 1668, cuando el mártir y beato Felipe de Jesús (1572-1597) fue reconocido por el cabildo de la Villa de Colima, presidido por Francisco Alvarez de Herrera, como “Patrón y abogado para temblores y fuegos de la Villa de Colima”, fue que tuvo su origen y surgió esta fiesta hace más de 350 años y que su influencia, con el tiempo la hizo trascender a la entonces Villa de Almoloyan (de 1824 a 1860), cuando, en el contexto de la guerra de reforma (1857-1860), el ayuntamiento del municipio de Colima se negó a participar en la organización de la misma.

En este apartado de la también llamada guerra de tres años, cabe retraer el contexto histórico nacional del que no era ajeno el local, convulso y políticamente muy sangriento con motines, golpes de estado, toques de queda, cambios de estafeta y bandos y mucha, mucha inestabilidad social, tanta que por cierto en tres acciones de armas, circunstancias y momentos diferentes, costó la vida de tres de los primeros gobernadores del estado de Colima: Manuel Alvarez Zamora (26/08/1857), José Silverio Núñez (4/10/1858) y el potosino Miguel Contreras Medellín (28/05/1860), sin contar que en ese mismo lapso de escasos tres años hay documentados casi una veintena de titulares del poder ejecutivo, entre sustitutitos e interinos, y que el legislativo, afín o contrario, según los vientos, sesionaba a salto de mata en casas particulares, muchas veces a escondidas, incluso fuera de la demarcación estatal como en Tonila, Jalisco.

Situación conflictiva que tampoco se tranquilizó con la intervención francesa que devino en el establecimiento del segundo imperio, el encabezado por Maximiliano I y que, por igual y, en algunos momentos más, friccionó antes, durante y después, las relaciones entre la iglesia católica y el gobierno constituido en sus tres ámbitos y niveles, es decir desde lo federal hasta lo municipal, obvio con un alto y negativo impacto social que se reflejaba no solo en la economía doméstica sino también en la cotidiana convivencia y que hacía difícil cualquier motivo de fiesta y menos de manera pública y de acuerdo con la autoridad clerical católica de la época. Trastornos y mermas sociopolíticas que sin dar cuartel para nadie y con permanentes hechos de armas en la región se prolongaron (1862-1867) hasta el fusilamiento y posterior expulsión de los franceses y restablecimiento de la república a la cabeza del gobierno liberal presidido por Juárez con la constitución liberal.    

Hechos históricos que aunque menguada pero sin perder su condición, motivaron que al paso del tiempo y calmados los aires, paulatinamente la fiesta fuera adoptada por vecinos y autoridades clericales y civiles vecinas de la actual municipalidad de Villa de Alvarez hasta asimilarla como parte de sus fiestas profano-religiosas, para venirla enriqueciendo con la gradual incorporación al original juramento y misa en honor a San Felipe de Jesús, el 5 de febrero de cada año, con elementos diversos que la han fortalecido, diferenciado y dado más identidad y arraigo, como los jaripeos y la chirimía, el toro de once, las cabalgatas, los recibimientos, las tientas y toreadas, la plaza de toros “La Petatera”, este año con la novedad de su accesibilidad con rampa; las corridas formales, los payasos, los carros alegóricos y la música en vivo, los mojigangos o mojigangas (en femenino, original denominación), la señora del torito, etc., un todo que cada vez más la hace tan única como imprescindible del ser colimense y de la esencia villalvarense.

*Cronista oficial del municipio de Villa de Alvarez.