EL ZURDO

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Por José Díaz Madrigal

La policía en México y en muchas partes del mundo, saben por experiencia que la conducta criminal de los delincuentes, es una especie de virus insidioso que no se erradica por completo cuando se castiga a estos transgresores de la ley; sólo se atenúa, permaneciendo adormilada pero latente. Quizá en algunos pocos desaparezca, sin embargo en otros se reactiva de nuevo a la menor oportunidad.Ciertos maleantes cuando son aprehendidos y llevados a la cárcel, no consideran el ingreso a prisión como escarmiento. “La cárcel se hizo pa’los hombres” con timbre de orgullo se comenta entre ellos. Ese es un tipo de honor entre criminales, junto a la actitud de jamás doblegarse ante la violencia física o psicológica de la que son blanco en las penitenciarias. Con rudeza y resabio de machismo recalcitrante expresan: “las ollas del menudo aguantan una calentada todas las noches, que no aguante yo una pinche calentada dos veces al año”En otras épocas aquí en México era sabido soterradamente, que desde el mismo gobierno se echaba mano de pequeños grupos de militares o policías vestidos de civil, para eliminar a delincuentes que ya no tenían lucha, pájaros de cuenta irreductibles, no habiendo más remedio que la ejecución extrajudicial; en donde nadie se encargaba de investigar esos hechos.En un pueblo al oriente de Colima, vivía Manolo, el apellido no viene al caso. Era un sujeto a cual más de dañero -tóxico se diría hoy en día- tenía azorrillado a vecinos y parientes, no respetaba nada; mataba sólo por su naturaleza asesina. Una vez iba de copiloto en una camioneta viajando por carretera, en el trayecto se desató la lluvia; a lo lejos vió a un campesino que se arrepechó en la oquedad de un paredón para protegerse del agua. Le dice al compañero que llevaba el volante, vete despacio, nomás pa’ver como para las patas le voy a meter unos balazos a este cabrón. Sin conocerlo, sacó el arma por la ventana y lo mató.De preciso la autoridad se enteró. Un par de meses después, en las calles de su pueblo lo abordó un modesto vendedor ambulante; le ofreció una mercancía con el pretexto de acercarse, ya que lo tuvo de frente, con rapidez levantó la pistola que traía escondida y le disparo dos tiros a quemarropa, Manolo ni las manos metió, quedando bien difunto en un charco de sangre. Nadie se molestó en seguir al asesino.A finales de la década de los sesentas, había una cantina en una de las esquinas que forman el cruce de las calles Reforma y Narciso Mendoza en Villa de Álvarez. La cantina propiedad de un buen aguantador de borrachos, un señor grueso y bajito que tenía por mote El Barril. Éste lugar era uno de los preferidos del Zurdo, los villanos son expertos para poner apodos.El Zurdo era un hombre alto, delgado, bien parecido; con mirada dura, amalditada como de perdonavidas. Sus extremidades superiores con unas manotas, que cuando estaba parado parecía que le llegaban hasta las rodillas.Por ese tiempo el Zurdo debió tener 32 años. Tal vez por lo mucho que la escuchaba, se sentía el personaje del corrido que lanzara a la fama Jorge Negrete: Juan Charrasqueado, en especial con la frase que canta “Era borracho, parrandero y jugador” Invariablemente traía fajada en la cintura del lado izquierdo, una pistola 38 Super Colt automática, con un cargador extra, lleno de parque.Cuando llegaba a la cantina con su equipo de tomadores, los mariachis esperaban a que se echara las primeras cervezas; luego se le arrimaban medio rascando las cuerdas de una guitarra, así nomás como pa’cucarlo; enseguida le preguntaban ¿Zurdo, con cuál empezamos? El Zurdo no se hacía del rogar. Arranquense con El Rey y luego le siguen con Juan Charrasqueado, en ésta última cuando iniciaban con la estrofa: A las mujeres más bonitas se llevaba, de aquellos campos no quedaba ni una flor. . .Le producía tal gusto y emoción esas letras que seguramente pensaba que el corrido estaba hecho para él, pegaba unos guacos fuertes y largos, después sacaba la Super que ya la traía con el tiro en la recamara y la descargaba para arriba haciendo despedazadero de tejas. Poco después decía, Barril, mándalas arreglar y me pasas la cuenta.La Judicial le tenía echado el ojo, puesto que además de fanfarrón incurable, era pendenciero, así de la nada le pegaba la pistola en el pecho a quien se atrevía a contradecirlo. Por eso ya le seguían los pasos, lo andaban cazando. Un día Domingo que se andaba emborrachando en los portales de Comala, se le acerca otro valentón y a bocajarro le grita, con el propósito que escucharan los demás: Tú a mi me la perezprado, el Zurdo hizo el intento de sacar la Super, pero el otro le madrugó, con un certero balazón en la frente. Así acabó la historia turbulenta del Zurdo. Fue conocido que el matón pertenecía a la Judicial de Colima.Todavía hasta tiempos de Griselda Álvarez, era sabido por debajo del agua de un pequeño grupo de la Judicial que se encargaba de hacer limpia de delincuentes incorregibles y perturbadores de la paz social. Por aquel entonces, era un estilo o concepto de orden y justicia, alentado discretamente desde el gobierno.Después, llegaron los Derechos Humanos y ahora se tiene la impresión que llegaron para defender a malhechores y forajidos.