Duc in Altum

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“Porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras: su poder eterno y su divinidad, de forma que son inexcusables”. Rm 1, 18

Por: Yosnel Alvarez Targarona*.

Querido Elpidio:

Hace ya un buen tiempo que no conversamos; recuerdo que la última vez te advertí de lo que debías cuidar para el bienestar de los hombres, recuerdo que te hablé de la impiedad, la superstición y el fanatismo. Mi amadísimo Elpidio, te veo y puedo percatarme que en tu rostro hay varias cicatrices, veo que has adelgazado y que al parecer te han impuesto una vestimenta semejante a la de los leprosos que curaba nuestro Señor Jesús.

Sé y tengo conocimiento de las luchas que libraste después de nuestra primera charla, sin duda fueron muchas, fueron largas y agotadoras, sé muy bien que fueron luchas en las que tuviste que sacar fuerzas de la oración y eso es admirable y loable en ti.

No me es desconocido que tuviste que sufrir mucho para lograr que la dignidad de los hombres triunfara sobre las ideologías; sé que fue una lucha con múltiples enemigos, uno más activo que todos los demás, que no dormía ni necesitaba reparar sus fuerzas, que no precisaba alimento alguno para estar en pie más que el deseo de verte perecer.

Me gustaría felicitarte por haber emprendido una epopeya de tan gran magnitud tú solo con la ayuda de Dios. A la vez que te felicito te pido me perdones por no haberte prestado mi ayuda y mis consejos para que pudieras vencer a tu peor enemigo, que desde hacía un tiempo en la última etapa de tus luchas por querer elevar la dignidad humana, te acechaba como un león rugiente que ronda buscando a quien devorar.

Mi amado Elpidio, desde hoy no te dejaré sólo nunca más, estaré siempre presente para que puedas apoyarte y salir vencedor siempre que quieras de todas tus batallas con el Maligno.

Me comprometo a ser vocero de nuestro Señor Jesús, a ser el instrumento del cual se sirva para decirte lo que espera de ti a cada momento, créeme, hay muchas cosas que espera de ti de las cuales me han sido comunicadas la gran mayoría, por eso he decidido retomar nuestras correspondencias, en las que te iré diciendo poco a poco lo que no te deja avanzar en tu intento de seguir elevando la dignidad humana.

Espero que en este primer reencuentro no te resulte extraño si en alguna ocasión uso del lenguaje de los pobres de tu tiempo, si lo hago es para que puedas captar con mayor precisión el mensaje que quiero transmitir.

Sé que ha pasado mucho tiempo desde la primera vez que hablamos pero me gustaría que recordaras ciertas cosas como la oración, para que nuestras correspondencias estén de antemano en la presencia de Dios.

Elpidio, esta vez sólo tienes un enemigo y no tienes pretexto para no salir triunfante, por eso te ruego, que después de aceptar el camino del Señor, reconozcas que cuando creíste que habías ganado, la soberbia y el orgullo te llevaron por los caminos del acusador y no bastándote esto decidiste ir por los tuyos propios, que son tan oscuros como los del Maligno o incluso más oscuros aún.

Elpidio, reconocerás verdaderamente tus fuerzas cuando venzas no a mil enemigos sino a uno que hace por millones de legiones de enemigos, al Maligno, no es cosa fácil, lo sé, pero si perseveras, si permaneces en el amor, podrás lograrlo.

Duc in altum mi buen amigo y se te abrirán de par en par las puertas del reino.

*Prenovicio O. P. La Habana, Cuba

Para ColimaNoticias