CULTURALIA

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LA NOCHE DE LOS MURMULLOS

“…Un hermano y otro

vamos a imaginar que nunca,

nada hemos tenido.

Vamos a decir en voz alta

que no, que no venga de nuevo

la ira del suelo, el rugido.”

Oración Contra Terremotos

(fragmento).

Verónica Zamora.

Ciudad de Colima, Col., a 23 de enero de 2003.

Por: Noé Guerra

Este 21 de enero a las 20:06 hrs., el estado de Colima rememorará un aniversario más del último gran sismo de su historia, desde aquel primer registro que se tiene del s.XVI. El de aquel enero del 2003 sabemos que fue de una magnitud entre 7,6 y 7,8º Richter (aunque otras mediciones dieron 8º), ocasionado por el movimiento convergente entre las placas de “Cocos” y “Norteamericana”, con epicentro frente a Cuyutlán, Colima; con una duración de 50 segundos y réplicas de entre 3,7º y 5,8º perceptibles aún una semana después de aquella noche inmensa que a la par del fuerte movimiento trepidatorio, con el resplandor de oriente, nos cubrió de miedo, de tierra y nos amaneció de luto.

La prensa nacional dio constancia de que el sismo que acá nos sumió en la desgracia también se sintió en estados como Aguascalientes, Guanajuato, Guerrero, México, Morelos, Puebla, Nayarit, Querétaro, San Luis Potosí, Tlaxcala, Veracruz, Zacatecas y la Ciudad de México, además de las zonas aledañas de Jalisco y Michoacán. De los daños más severos hay testimonio de que en Manzanillo se cayeron el añejo edificio Federal y otras instalaciones públicas, además de daños en Casas-habitación, en la capital colimense se inhabilitó la clínica ISSSTE y tres de las diez escuelas demolidas en la entidad, además de derrumbes sobre la autopista Colima-Tecomán en el tramo de La Salada.

Entre las víctimas fatales se contaron a 23 con el registro de 300 heridos, 10 mil viviendas fueron afectadas en todo el Estado y hubo daños en el equipamiento y mobiliario urbano y la red eléctrica y de comunicaciones de algunas localidades y, principalmente, en las cabeceras municipales de Colima, Villa de Álvarez y Coquimatlán. El suministro eléctrico se suspendió de inmediato quedando interrumpido por varios minutos. La misma noche, en menos de media hora, tanto el Ejército como la Armada aplicaron el Plan DN-III y el Marina, ambas instancias coordinadas de manera presencial por el entonces Gobernador del Estado quien, justo es reconocer, desde el primer momento y en los días siguientes se manejó a la altura de las circunstancias, encabezando, por ejemplo, la organización de las labores de rescate, auxilio y atención a las víctimas, mientras que otros en sus ámbitos se hicieron chiquitos.

Haciendo un poco de historia sobre las interpretaciones del fenómeno, se sabe que la misma ha evolucionado desde sus registros en China, donde hay textos de 3 mil años que describen su impacto. Los japoneses y la Europa oriental de hace más de mil 600 años también se ocuparon de registrarlos. En esta región de América, Mayas y Mexicas dejaron evidencias de éste y otras manifestaciones naturales como huracanes y tsunamis. En el virreinato se consignaron fielmente estas y otras calamidades, según los Archivos de Indias. La mitología griega dice que Atlas (Dios) sostenía al mundo, y Poseidón, Dios de los mares, hacia tambalear al Atlas ocasionándolos. En América, los Mapuche creían que los terremotos eran causados por seres míticos, como la serpiente Trentren.

La Iglesia Católica decía que los terremotos eran castigo divino. Igual, han sido causa de supersticiones. Grandes obras de la antigüedad han sucumbido ante este fenómeno, fueron destruidas por terremotos: el Coloso de Rodas y el Faro de Alejandría, por ejemplo. Desde la Antigüedad hasta el Medievo se tuvo la versión de castigo o ira divina. En Japón se atribuían a un enorme pez gato que estaba bajo tierra y lo controlaba un dios manteniendo su cabeza enterrada bajo una piedra y cuando el Dios se descuidaba, el pez con fuertes coletazos hacía temblar. Los naturales de esta región pensaban que la vida humana se extinguía periódicamente por diferentes calamidades; a cada Era o ciclo le denominaron “Sol”. El Quinto Sol, el actual, cuyo signo es nahui ollin (“4º movimiento”) deberá apagarse con un fuerte terremoto. Así, los mexicas pretendían retratar el cataclismo que habría de poner fin al Quinto Sol mediante chalchíhuatl, el agua preciosa del sacrificio.

Puede resultar increíble que con tanto avance aún a inicios del siglo pasado no existía explicación sobre este fenómeno natural, generado cerca de la costa del Pacífico, ello hasta que se desarrolló la teoría de las capas de la Tierra, para entender así que en estas costas la placa marina penetraba en la continental generando los movimientos tectónicos que aún a nuestros días continúan siendo impredecibles para esta gente de tierra, que por milenios ha sabido levantarse para avanzar mientras es alcanzada por la oscuridad que arrastra el Quinto Sol.