CULTURALIA

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LA PETATERA, SEGUNDA PARTE 

Por: Noé Guerra

Desde 1992 Desiderio Contreras Tene “El Pajarito”, como antes lo fueron Higinio Campos, Jesús Banda, Severo Ursúa, Maximiano Dueñas, Rafael Carrillo (el Tigre)y Ramón Cervantes, los constructores en lo que propiamente es la plaza de toros y desde el 2012 Pedro Ponce Pérez, en corrales y toriles, antecedido por Adrián Macías, han sido los responsables de que poco más de siete décadas, en menos de 6 semanas, es decir menos de 45 días corridos a partir del 24 de diciembre, de levantar este impresionante coso taurino desde la nada con troncos, sogas y petates. Con setenta tablados que enmarcan al amplio redondel de sesenta metros de esta plaza y que se construye cada año desde mediados de los años cuarentas del siglo veinte.

Este diseño en su versión original traído por Severo Urzúa “el bule” a instancias de Ignacio Torres de por allá de Autlán, Jal., a principios de los años cuarenta del siglo pasado y paulatinamente mejorado entre otros principalmente por los mencionados, es único con el que se trabaja uniendo los horcones de madera con sogas de ixtle y que al reforzarlas con clavos y alcayatas permite la flexibilidad que le conocemos y que no deja de sorprendernos, porque se mueve pero no se cae, no se ha derrumbado desde que se empezó a construir con esta técnica, hará poco más de siete décadas. Cabe recordar, como lo apunté en mi pasada Culturalia, que la ampliación de la gradería, con una tabla más para de cinco hacerla de seis, luego de medidas y ajustes, la concretaron Nacho Torres y el propio Desiderio, con lo que se dio un aforo de hasta 40 personas por tablado, incluso en el número discriminado 41 que años atrás se obviaba.

Como toda edificación los trabajos empiezan con el rayado del suelo en el terreno dispuesto, lo que en este caso sirve para colocar los troncos que hacen la estructura o esqueleto del redondel, para lo que antes se hace necesario colocar la varilla al centro, mismo que se toma de la huella o rastro que de la manera más rudimentaria se establece a partir de una mancha de “aceite quemado” que se hace como señal que sirve de apoyo a las posteriores construcciones que en un mes aproximado toma forma de ruedo, lugar desde el que se toman las referencias con alambre y definen los lugares donde irá cada uno de los horcones.

La técnica del aceite quemado consiste en vaciar dicho líquido en un hoyo de poco más veinte centímetros y prenderle fuego, apagarlo y luego echarle más repitiendo la operación año con año para no perder la huella original, lo que para facilitar la orientación y maniobras también se hace en los sitios donde fueron emplazados los horcones aunque los mismos para evitar cualquier error de cálculo, también son verificados igual que la nivelación del templete, puesto que una desviación de centímetros puede resultar catastrófica y de principio daría al traste con la simetría que desde todos los ángulos observa la plaza, por lo que tendrían que desmontarla y volverla a construir desde ras de suelo.

El llamado “pie derecho” es el primer Horcón o lata que se entierra como soporte y que define la altitud, mismo que se clava en lo que luego será el tablado número 36 del coso taurino que sin pretextos ni aplazamientos deberá ser terminado entre el 27 y el 29 de enero, pero antes del 30, día en el que formalmente la plaza es entregada a la autoridad municipal en turno a través del Comité de festejos y así concluir un trabajo que debió iniciar la última semana de diciembre, periodo en el que se localizaron las huellas, midieron y rayaron el terreno, cavaron los hoyos en las marcas a la par que acercaron los materiales y confirmado el itinerario de la estructura que con una altura de aproximadamente 5 metros se empezó a levantar desde el segundo día de enero.

Cuerpo que para mayor seguridad se desmonta en dos semanas y en grupos de entre seis y 10 tablados en promedio por jornada, de los setenta que la conforman, lo que según el comité de festejos garantiza que haya un mejor control de la madera y demás materiales, evitando lo que antes llegó a ocurrir, particularmente cuando se desarmaba de un día para otro, tal y como se recuerda hasta los años noventas del siglo pasado. Tarea que ahora implica, como al principio, la revisión pormenorizada de cada pieza, delicada labor que corre a cargo de una comisión y que de común acuerdo decide los reemplazos o permanencia de cada unidad, lo que ha garantizado la fortaleza, maleabilidad y estabilidad de los tablados con piezas con vida útil de más de medio siglo.