Amor 99.7 FM

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PARACAÍDAS

Por: Rogelio Guedea 

Para Salvador Montelón

La oferta radiofónica en nuestra entidad es variada y hay para todos los gustos, desde rancheras hasta rock y desde baladas hasta reguetón, también hay noticias y barras de entrevistas. Aunque hay quienes prefieren el silencio, pues lo advierten como un aliado de la concentración, yo soy de los que optan por tener la radio encendida mientras escribo, y nunca he tenido problemas por ello. En los últimos meses he estado escuchando, por ejemplo, la 99.7 FM, Amor, cuya programación está muy relacionada con canciones que escuché mucho en una época de mi vida y que su evocación en esta que vivo ahora me produce sensaciones genuinas y recuerdos inusitados. La música siempre ha tenido un efecto así y está comprobado científicamente  que cantar incluso tus canciones favoritas genera más dopaminas que correr o reír. No es que yo cante las canciones que escucho mientras escribo, es una actividad que en realidad parece de suyo imposible, pero sí tengo evocaciones muy sugerentes con las letras y melodías que voy escuchando. Además, me gusta que en Amor 99.7 FM toquen siempre temas sensibles relacionados con el bienestar personal y aunque pareciera que se abordan de manera muy ligera, en realidad la información vertida es un buen punto de partida para aquellas personas que están atravesando por un momento no muy grato. Es bueno que la estación persista en esta iniciativa que, sin duda, le da un sello muy particular, y no estaría mal que pudieran abrir una sección de entrevistas con profesionales en este ámbito para así poder ahondar un poco más en los temas que van tocando entre su programación musical. No está de más decir que yo incluso disfruto la hora de Luis Miguel y la barra de opinión deportiva, en donde en ocasiones echan entrevistas interesantes, entre ellas una que escuché con León Krauze relacionada con su documental de fútbol. La otra tarde estaba escuchando la radio como de costumbre acompañando de mi hija, que estaba haciendo una manualidad del otro lado de la mesa, y entonces se me ocurrió escribirle al locutor de ese momento, Salvador Montelón, a quien encontré en Facebook. Como pensé que eran programas pregrabados, supuse que no recibiría contestación, pero, contrario a lo que había pensado, a los pocos minutos recibí respuesta del mismo Salvador, con quien intercambié algunos mensajes. Antes de cerrar la conversación le pedí como gran favor que le mandara un saludo a mi hija, quien estaba escuchando muy atenta la programación de esa tarde. El buen Salvador así lo hizo y mi hija, al escuchar salir su nombre de los altavoces, tuvo un girón de alegría muy particular. Fue un momento agradable, la verdad, y por eso quería evocarlo aquí, pues de esos pequeños momentos de alegría es de que está hecha la vida. Ahorita, mientras escribo este artículo, estoy escuchando la estación. Está Thalía cantando “No me enseñaste” y pese a que hay mucho sol allá afuera, un viento fresco entre por la ventana, cosa que se agradece.