ADULANDO AL FUTBOL

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Jorge Martínez

Selección 33… ¿Víctimas o victimarios?

Sin duda alguna la historia de los Mundiales es rica, extensa y está plagada de episodios curiosos e inolvidables que, en muchos casos, fueron determinantes en el camino de algunas selecciones gracias a los silbantes y no precisamente por haber hecho bien las cosas.

En esta Copa del Mundo Brasil 2014, podemos seguir diciendo que: “errores tiene cualquiera y ellos –los árbitros- son humanos”; Intereses, directrices, favoritismos y errores humanos.

Y hablando de arbitraje, es bien sabido que el sentimiento empeora si es que la eliminación de nuestro equipo o combinado nacional pasó por la mano del árbitro, y al parecer así lo han sentido varios pueblos de distintas naciones, pero reflexionemos un poco…

Desde mi perspectiva en el presente mundial, han existido torpezas, equivocaciones y chascos, nadie podría decir lo contrario, en algunos casos se ha llegado a la máxima expresión como fue el caso del periódico: “Hoy Diario del Magdalena” de Colombia, que tras quedar eliminado el Tricolor colombiano en manos de Brasil 1-2, en su portada del día siguiente la emprendió como nunca antes se había visto en contra de un árbitro y en su portada a todo color se refirió así: “La FIFA metió a Brasil”, “Hijo de la gran puta madre que te parió”, refiriéndose al juez español Velasco Carballo de la peor una manera, mi pregunta es: ¿Seguirá con trabajo el editor hoy día?

En fin, así como a Colombia le fue a México contra Holanda pero en ambos casos no significaba que la permanencia garantizaría llegar a la final y convertirse en campeones. Considero que la ira correspondía más a la frustración de no poder haberse librado de una vez por todas de sus respectivos fantasmas y deudas, que ambos combinados acarrean desde hace lustros y/o décadas, por eso caló y se hizo más profunda la herida, aunque la falta arbitral, irónicamente no haya sido tan grabe.

Sin embargo, considero que hasta hoy, no existen pifias de nivel monumental como para enviarlas a dar una vuelta al mundo en globo, barco o avión y catalogarlas catastróficas, por ejemplo: Italia 1934 y con la presión política del dictador Benito Mussolini, el resultado no podía ser otro que la Azzurra campeona venciendo a España en el juego de desempate con dos goles legítimos anulados a España y uno obsequiado a Italia a pesar de la falta de Giuseppe Meazza al arquero Zamora. O “La mano de Dios” de México 86 donde a Diego Maradona le favoreció la ceguera del tunecino Ali Bennaceur, que fue el único de las 100 mil almas que estaban en el coloso de Santa Úrsula y no se percató que Diego había hecho el gol con la mano ante la salida de Peter Shilton de Inglaterra. O como “el gol fantasma” de Inglaterra 1966, cuando el delantero inglés Geoff Hurst le rompío el travesaño al arquero alemán Tilkowski y la pelota picó en la línea del arco, pero el árbitro suizo Gottfried Dienst señaló el centro de la cancha y abrió el camino para el 4-2 final que le daría el único título Mundial a Inglaterra en toda su historia.

Todos los involucrados (federativos, directivos, patrocinadores, cuerpo técnico, jugadores, medios de comunicación y aficionados) conocen perfectamente las condiciones previo al arranque de un partido de futbol, llámesele llanero, amateur o profesional sin importar qué se juegue o dónde se dispute. Condiciones que van desde la aceptación de la tripleta arbitral, de sus facultades en llevar las acciones para dar fe y legalidad al reglamento, así como admitir que ellos –los nazarenos- son los únicos facultados para dictaminar a favor o en contra de un equipo o de una selección, de un jugador o de varios jugadores, según sea la violación en una jugada. Entonces ¿por qué desobedecer, insubordinarse, maltratar y violentar las reglas así como a la máxima autoridad?

¿Qué lastimará más la esencia del futbol? Que una figura finja una falta dentro del área para engañar al árbitro; Que un ariete probado y respetado muerda flagrantemente a un contra y luego finja haber sido agredido; Que un jugador lastime cobardemente por la espalda a un compañero de profesión para romperle las vértebras y dejarlo fuera de competencia o que un árbitro no señale un penal, una falta o una agresión que merecía tarjeta  sin importar el color, solo por correr mal sus diagonales.

Es muy fácil para los expertos y no expertos, despotricar en contra de los árbitros y hacer trizas su nombre, apellido y trayectoria en cuestión de segundos, pero no olvidemos aquello del error humano y la apreciación a primera vista dentro del balompié, pues cuando hay duda debiera existir abstención, empero, si existe la abstención casi siempre habrá duda.

¿Podemos argumentar entonces, qué es una farsa provocada por FIFA tanta pantomima desde la entonación del himno que invoca el fair play, es decir, a respetar el reglamento, al rival, a jugar limpio y qué hay cuando los jugadores le dan la mano a los silbantes y en algunos casos hasta un abrazo?

¡Sin que nos gane el sentimiento, hasta la próxima!

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