¡70 VECES 7!

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TAREA PÚBLICA

Por: Carlos Orozco Galeana

Mi solidaridad con la familia ante el deceso  de Salvador Olvera Cruz, maestro de vocación, persona magnífica y periodista y escritor  de los buenos.

En Mateo 18, 21 – 22 se lee la respuesta que da Jesús a Pedro cuando éste le pregunta cuántas veces debe perdonar a su prójimo; gran sorpresa se llevó al conocer su respuesta: no sólo 7 veces se debe perdonar sino 70 veces 7!

Primeramente escribo que la grandeza y el poder de Dios se manifiestan especialmente en su paciencia y en su compasión, lo cual  exige ser sensibles con los demás como Dios Padre es compasivo con el ser humano (Lc 6, 36-38). Es lo que expresan los cristianos al decir: “perdónanos como nosotros perdonamos”. Es una exigencia muy seria para todo cristiano, ya que si no hay disposición  a perdonar tampoco puede esperarse  el perdón de Dios. No puede  obtenerse lo que no se es capaz de dar. La gloria de Dios es saber perdonar, y si el hombre perdona también replica su gracia y se aproxima a la divinidad que El representa.

Porque es muy fácil rezar, santiguarse una y otra vez,   y pensar que hay un corazón abierto y dispuesto a perdonar porque el Padre  perdona, pero la verdad es que las palabras del hombre  carecen muchas veces de valor, de sinceridad. Hay resistencia a perdonar y se dice cuando más: perdono, pero no olvido. Eso no es perdón, simplemente es una acción parecida a archivar un documento  muy importante que se coloca en cierto lugar  para saber dónde está cuando se ofrezca y sea útil tenerlo en las manos.

La respuesta de Pedro indica que perdonar no es una actitud ocasional o esporádica, sino permanente. Perdonar setenta veces siete quiere decir siempre, en todas las ocasiones y todas las veces que sea necesario, porque Dios perdona y da una nueva oportunidad aunque el cristiano vuelva a  equivocarse y se tropiece con la misma piedra. “No se trata de esperar que el tiempo haga olvidar los malos recuerdos, ni de ignorar a la persona que hizo daño, haciéndola desaparecer de la memoria. Eso no es perdonar, sino enterrar, y es tener dentro de nosotros una especie de cadáver ya  que ocupa espacio y perturba”. Se trata de perdonar, de poder recordar a esa persona con compasión, sin odio ni deseos de venganza a pesar de habernos dañado.

Esta brevísima cita  textual –  eclesial en la cuaresma que recién terminó  indica la prioridad que tiene el perdón a los demás por encima de otros sacrificios que puedan ofrecerse  a Dios. Y por encima de todas las prácticas, tiene que clamarse a El  por qué el perdón sincero y profundo sólo es posible con el impulso de su gracia divina. La voluntad de Jesús es clara: hay que estar dispuesto al perdón “setenta veces siete”. Y cuando Dios pide algo es porque él sabe que una falta de perdón nunca es buena para el corazón del hombre, pues así vive esclavizado.

En la actualidad, somos testigos de crímenes horrendos contra muchas personas, incluidas sacerdotes que desempeñan una de las tareas  más peligrosas que ser torero o piloto aviador: difundir el Evangelio,  sembrar la semilla del amor donde hay odio, esto es lo que hacen los pastores de la iglesia. A todos los que los agreden, la Iglesia los perdona, no lo  condena ni pide contra ellos castigos fatales, que para eso están los jueces penales. La Iglesia solo pide justicia para que quien cometa delitos pague conforme a las leyes, pero no despliega rencor contra los agresores. Y vaya que es terrible e injusto que los servidores de Cristo sean vejados y asesinados.

Y así como a nivel macro la iglesia es piadosa, nosotros como humanos hemos de serlo también. Es tiempo bueno el de hoy. Beneficiémonos otorgando el perdón a quien o quienes nos agredan o causen un daño. Los políticos mexicanos no saben perdonar, deben aprender, porque si no lo hacen causan división y crisis. Todos debemos aprender.  No a las venganzas que nos remiten al papel de animales. Que Dios se encargue de los actos malos, no  juzguemos para no ser juzgados.  Perdonemos 70 veces siete o más. Vivamos en paz, que otros vivan su infierno a gusto si así lo desean en el uso, en su mal uso,  de su libertad. Que a los actos de maldad se oponga un corazón magnánimo diciendo como dijo Jesús en la cruz: perdónalos Señor porque no saben lo que/hacen.