TAREA PÚBLICA

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LOS PRINCIPIOS

Por: Carlos Orozco Galeana

Me decía mi padre que en  la vida lo que valen son los principios, el respeto por la ética y los valores, pues son los que  revisten al ser humano y le dan  valía real. Y esto reiteraba esencialmente: quien no vive para servir, no sirve para vivir ¿De qué sirve tener mucho dinero si uno es  ventajoso, non grato para muchos, hábil para moverse en  los resumideros de la moral, sin sentimientos, ególatra, pragmático, oportunista y sin el mínimo respeto por sí mismo y  por los demás?

El mundo actual está estremecido porque  la desigualdad y la pobreza no se originan porque sí, sino en gran parte por la actuación egoísta de los hombres que solo atienden y sirven sus intereses.  Lo que mueve al mundo hoy no es la caridad, así sea esta una virtud suprema vertical  y humillante para escritores famosos como Eduardo Galeano, sino el afán de dinero y el poder. Esto es lo que persigue una mayoría: beneficios, escalar social, política y económicamente sin reparar en la consecuencia de los actos desquiciados.

Tal es el caso de varios partidos políticos que pregonan una política de principios, pero que en la realidad se comportan  como un ladronzuelo común agarrado con las manos en la masa. Hoy, se debaten en la intolerancia y el descrédito, exhibiendo sus carencias y el afán de sus líderes por conservar el poder para su beneficio particular y grupal. Dan pena ajena.

Cuando no tienen el poder porque lo perdieron en elecciones, las formaciones políticas entran en crisis, en un nivel desagradable de  rabietas y acusaciones mutuas. Por lo que se oye en sus pasillos y dicen algunos militantes, hay más corruptos que honestos entre sus dirigentes y representantes, pero  ni se acongojan por el espectáculo que ofrecen. Entre la clase política todo tiene precio, desde la adjudicación de presupuestos, desde las Cámaras, a los gobiernos municipales y estatales y la correspondiente mochada, hasta la connivencia de funcionarios para autorizar casinos en forma ilegal y otros negocios.

Hay innumerables casos de funcionarios corrompidos y corruptores que  trafican influencias, autorizando aquí y allá negocios fraudulentos, como  el  de la empresa Oceanografía, dedicada a pillar  vía contratos a Pemex. Pero a nadie se atrapa como en Brasil, donde recientemente renunció la directora del equivalente mexicano a Pemex, Petrobras.  Por desgracia, son pocos los prevaricadores que pueden estar tras las rejas, lejos de procurarse la justicia y el castigo para los corruptos, hay impunidad hacia sus acciones  y se les protege.

Es que los partidos políticos y la clase en el poder, sea de cualquier ideología,  van contra corriente de una sociedad de la que son  reflejo.  Se organizan solo para lograr el poder y conservarlo, no van por  una ruta moral que los haga  aceptables como organizaciones sociales vinculadas a la generación del bien. En esencia, no son buscadores del bien.

Ahora mismo, el PRD se debate entre el desconcierto, la tristeza y el miedo. Lo que construyó este partido en Guerrero es un Frankenstein con una clase política corrupta hasta la médula y ligada a las mafias. Al paso de los meses, conoceremos más a fondo hasta dónde se ha llegado en este estado cogobernado por criminales  y seguro habrá argumentos para confirmar que  es incierto allí el imperio del derecho.

Necesitamos  políticas rectas, apertura,  renovación espiritual, gente de bien ejerciendo el poder. Hace falta vivir apegado a la ley, respetar a los demás, trabajar honestamente y hacer la paz. Los partidos y organismos en general  han de preocuparse por la armonía social y la buena comunicación entre todos los sectores, ejercer principios y ver por la integridad del país,  por la transparencia, por una ética verdadera en la política. Los principios de  conducta  dan consistencia, son fortaleza y esplendor, pero si brillan por su ausencia se  condena a todos a vivir en  los silencios cómplices, en el individualismo y el materialismo indiferente.  ¿Será este nuestro destino?