TAREA PÚBLICA

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LA UNIVERSIDAD SEGÚN FRANCISCO

Por: Carlos Orozco Galeana

Sigue produciendo catequesis muy interesantes el Papa Francisco hacia los jóvenes que es preciso recuperar por su alto contenido humano, moral y ético. En diciembre pasado dialogó con estudiantes a los que dijo que la escuela – la Universidad también – es uno de los ambientes educativos donde se crece para aprender a vivir, para convertirse en hombres y mujeres adultos y maduros, para aprender a ser magnánimos y donde se amplía la dimensión espiritual y humana así como el desarrollo de virtudes como la lealtad, el respeto, la fidelidad y el compromiso; después, definió magistralmente lo que debe ser una universidad.

Son cuatro elementos los de la catequesis del Papa Francisco sobre estas entidades del saber:

La universidad ha de considerarse como un lugar en el que se elabora una cultura de la proximidad, una cultura de la cercanía. “El aislamiento y la cerrazón en sí mismos o en los propios intereses jamás son la vía para volver a dar esperanza y efectuar una renovación, sino que es la cercanía, es la cultura del encuentro. Jamás, dijo, hay que tener miedo del encuentro, incluso entre universidades.

Un segundo elemento es considerar a la universidad como un lugar de formación de la solidaridad, una noción muy en boga que a veces se usa demagógicamente. La solidaridad es un resultado que parte del encuentro con el otro basado en el diálogo con un sentido renovador. Si se vive paa si mismo nada más, no habrá la opción de conformar comunidades fraternas, puntualizó el Papa Francisco.

Un tercer elemento es ubicar a la universidad como un lugar del discernimiento, “mirar cara a cara a la realidad; las lecturas ideológicas o parciales no sirven, alimentan solo la ilusión y la desilusión. Hay que vivir la realidad sin catastrofismos, temores o fugas, y ver la crisis no solo como dificultad sino como portadora de una renovación, con la fuerza de la esperanza.”

Y finalmente, un cuarto elemento es identificar a la universidad como un lugar de sabiduría. Hacer discernimiento significa no huir, sino leer seriamente, sin prejuicios, la realidad. Esto se padece pues el hombre se encierra en sí mismo, porque nada más para sí existe.

El Papa está siendo identificado, dada su formación jesuística, como un hombre de izquierda. Hasta hoy, porque su voz suena fuerte, ha tenido que ser muy cuidadoso para no herir a quienes no se acercan a la iglesia o a quienes por su conducta están lejos del reino de Dios que proclama Jesús.

Pero sin duda que sus catequesis calan hondo en numerosos ambientes, habituados a otros discursos papales plenos de dulzura como los de Juan Pablo II; el Papa Francisco está promoviendo una visión distinta y con un sentido de justicia en el mundo. Increpa al capitalismo que ahorca a los pueblos y los reduce a comparsas del desarrollo; fustiga a la clase política alejada de principios éticos que exhibe la ruina moral de muchas sociedades y gestiona el cese de la saña contra los homosexuales.

Pero antes que todo, al Papa Francisco le preocupan las generaciones jóvenes, los niños y ancianos, estos últimos porque a veces no pueden valerse por sí mismos y ocupan la extensión de una mano generosa. Urge a los gobiernos, también,   a proteger a los niños de los abusos de sus padres y de extraños.

Propugna por universidades abiertas al pensamiento libre, que sean ejes de solidaridad y hagan florecer valores morales y humanos para fortalecer la convivencia y no creen solo personas egoístas ansiosas por progresar materialmente. Quiere llegar al corazón de los jóvenes para que no se materialicen y ejerzan una filosofía de servicio usando su libertad para el bien. Quiere que ellos y nosotros nos demos cuenta de nuestras actitudes egoístas, que no despreciemos a los demás y seamos más humanos.