Tarea Pública

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El Astronauta José

Por: Carlos Orozco Galeana

Fue  un acontecimiento a todo dar  la presencia en Colima del  físico  y astronauta mexicano José Hernández, famoso no solo por haber logrado viajar en una misión estadounidense  al espacio cósmico, sino por su enjundia para estudiar y alcanzar sus sueños, que alimentó desde pequeño de la mano de su  señor Padre, quien a pesar de no tener estudios y ser un hombre rudo, de campo, compartió con su hijo José sus aspiraciones. ¡Y miren hasta dónde llegó!  Lo que es tener a un lado a un buen padre.

Fue magnifica la presencia de José porque compartió sus experiencias con niños y jóvenes que tienen el afán de superarse, y qué mejor que una persona   realizada, todo perseverancia, les diga que  no hay obstáculo insalvable cuando alguien se propone alcanzar sus metas haciendo a un lado  comodidades y luchando por lo que se quiere todos los días.

Nuestro astronauta vino a Colima invitado por el subsecretario de SCT José Ignacio Peralta, y me parece que el cometido se logró: José dejará en muchos la enseñanza de que todas las personas están dotadas de la inteligencia y la voluntad con que Dios las proveyó y que los que se esfuerzan en usar sus dones para bien de la humanidad tienen  su recompensa y triunfan.

Luego de participar en diversas acciones en la NASA, José asesora hoy al gobierno mexicano  en temas de los que es especialista, concretamente apoya en la creación de una agencia espacial mexicana que a la larga puede incorporar a talentos formados en la física o las matemáticas aplicadas a desarrollar ciencia.  Su contribución es magnífica.

Entre  sus disertaciones, destacó una idea que me llamó la atención: Estando en el universo, dijo José, “pensé en que la humanidad era como un solo hombre”. Desde el espacio, se dio cuenta que el hombre  es una partícula del universo pero a la vez lo más grandioso que existe.  Cuando uno viaja en avión y puede ver hacia abajo, hay la sensación de pequeñez; al observar las montañas y ríos, las manchas urbanas donde la gente se apiña en las  ciudades,  uno es impactado por las vistas. Así me impacté cuando en Youtube accedí a un video en que desde una nave espacial se recorren los continentes como en unos diez minutos. Impresionante en verdad.

Pero hay que estar allá donde estaba José, en el espacio sosegado,  para comprobar nuevamente la grandeza del universo y la de Dios por haberlo creado en forma perfecta.  Otros científicos viajeros  han dicho que la tierra, vista desde por allá, les impresionó  profundamente y no dudan que el Dios creador es un matemático grandioso por la disposiciones  existentes para que  todo  funcione bien y haya condiciones favorables para la vida de los humanos.

Desde arriba, José pensó seguramente en lo horrible de las guerras en las que los más fuertes matan a otros por cuestiones de poder y control de territorios, como en Siria,  y cómo no importa la vida de mujeres, niños y ancianos a dictadores. Ha de haber pensado en cómo los seres humanos nos destruimos unos a otros por la envidia y la maldad sin vernos como lo que somos en el mundo: hermanos, porque procedemos del mismo Padre.

No tuve la satisfacción  de haber conocido o saludado a José, que es como ya dije un triunfador por haber logrado lo que es un sueño para tantos en la NASA: ver la tierra grandota desde el espacio y además en un encargo técnico relevante (ingeniería de vuelo). Así deben ser los más grandes, generosos en la amistad y en la cercanía con los pequeños.

Es deseable que  los mensajes de personas de su nivel intelectual provoquen  la reflexión espiritual acerca de recuperar el amor entre todos, extraviada  por el egoísmo y la soberbia que anida en los corazones y han alejado de Dios a los hombres, enajenados por el cientificismo y por  creer   que entre más  inventos se hagan, más poder tienen los que  se emboban con él.

Al final, dígase qué es el hombre sino polvo. Polvo que se esparcirá sobre la tierra para dar vida y energía a otros seres que hacen grande a la naturaleza por venir de Dios. Que los hombres comprendan al fin que somos uno solo, que la humanidad es trascendente porque hermana y aprovecha los dones que tiene para  la vida buena.