Reflexionemos la Cultura Colimense

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    A los riesgos vinculados con la violencia actual, debemos sumar los ya existentes en el estado de Colima: por una parte los riesgos naturales propios de la zona y por otra los riesgos asociados a los procesos humanos. Es decir, los riesgos naturales por ciclones tropicales, inundaciones, marejadas, sismos, tsunamis, lahares, torbellinos, tormentas eléctricas, sequías, ondas de calor, actividad volcánica, etc. Y los riesgos antropogénicos como transporte de materiales peligrosos, contaminación del agua y el aire, asentamientos irregulares, destrucción de manglares, tala de árboles, construcción de gasoductos, etcétera.

    Convivimos con tantos riesgos que tenemos una cultura del riesgo con amplios márgenes de aceptabilidad, como reflexionara la antropóloga Mary Douglas en sus obras Risk and Culture escrita en 1982 en compañía de Aaron Wildavsky y La aceptabilidad del riesgo según las ciencias sociales publicada en 1996.

    Para Mary Douglas el riesgo no es un elemento objetivo de la organización social, varía según la subjetividad individual y colectiva. El riesgo es percepción subjetiva con base en las condiciones de vulnerabilidad identificadas. Así, percepción y vulnerabilidad están profundamente vinculadas e influidas por valores y creencias culturales.

    Las decisiones que toma una población vulnerable están relacionadas con los valores y creencias que a su vez reflejan su particular estilo de vida. Y estas diferentes concepciones constituyen lo que para cada quien es actuar con raciocinio, con las culpabilidades y con las formas apropiadas para lidiar con el riesgo y ciertas amenazas. Esta subjetividad cultural, dice Douglas, impacta de forma variable la percepción de la vulnerabilidad de comunidades y naciones. En otras palabras, culturalmente somos lo que toleramos en una escala gradual de riesgos. Los autores cuestionan qué riesgos priorizamos y cuáles menospreciamos. Por qué convivimos con algunos riesgos y otros tensan las relaciones sociales.

    Aseguran que el miedo y el riesgo nos muestran una parte de la clase de gente que somos, en el sentido de que los riesgos y temores muestran elementos culturales propios de una sociedad en un tiempo, ideología y espacio sociocultural. Para ejemplos léanse obras como El Proceso de la civilización de Norbert Elías; Cultura y melancolía de Roger Bartra y la Historia de la locura de Foucault.

    Para Douglas y Wildavsky los riesgos tienen tres particularidades, son: a) un problema profundo, b) La población se preocupa por diferentes riesgos, c) Los programas institucionales atienden los peores daños, no la profundidad del tema.

    Y categorizan a los riesgos en cuatro rubros:

    a) Riesgos externos (guerra, pérdida de influencia, prestigio y poder)

    b) Riesgos criminales (colapso interno, fallo en las leyes y el orden, violencia contra crímenes de cuello blanco)

    c) Riesgos por contaminación: abuso de tecnología, miedos para el medioambiente

    d) Riesgos de fallo económico: pérdida de prosperidad.

    Seguramente los autores vivieron en donde nunca la naturaleza detonó un desastre, porque solamente así es comprensible que omitan olímpicamente en su categorización los riesgos asociados a las amenazas naturales.

    Douglas y Wildavsky señalan que no hay consenso con respecto a las categorías de riesgos. Exponen que es conflictivo reflexionar con respecto al riesgo porque aunque hay quienes se preocupan por los riesgos vinculados con el crimen, no se preocupan de igual manera por la inequidad económica y educativa o el bienestar. Por lo tanto seleccionar tipos de riesgos es una cuestión de criterios político-sociales-culturales que vuelve ambivalentes las taxonomías.

    Como no hay forma de cuantificar la aceptabilidad del riesgo, según Douglas y Wildavsky, solamente queda identificar el interés particular hacia un tipo de riesgo y recomendar soluciones particulares. Así, enfrentar ciertos riesgos, como los vinculados con la violencia por la delincuencia organizada es una decisión política incierta para determinar qué hacer o se podría hacer.

    Douglas y Wildavsky concluyen que no hay una conceptualización sencilla del riesgo y tampoco hay forma de hacer que todos acepten cierto tipo de riesgo. Por ello proponen que una mejor forma de solucionar los riesgos es a través del conocimiento, el consenso en determinado problema y el establecimiento de posibles soluciones. Pero este proceso debe ser incluyente hacia toda la sociedad involucrada con el riesgo, sobre todo cuando sus representantes carecen de calidad moral o su trayectoria profesional es ajena a lo relacionado con el riesgo en cuestión.

    Douglas y Wildavsky observaron que los riesgos tecnológicos son aceptados por la población, cuando estos conllevan beneficios y se tiene suficiente información para enfrentar la contingencia. Notaron que “toda sociedad depende de confianza y de miedo”. Si tenemos confianza aceptamos el riesgo (como cuando subimos a una montaña rusa) y si no hay confianza despertamos nuestra percepción del riesgo y nos ponemos alertas.

    Los autores sentencian que: “Los riesgos son seleccionados de consideración pública de acuerdo a la tensión y dirección de la crítica social”. Cada cultura, cada conjunto de valores compartidos y el soporte de las instituciones, son vías para ilustrar algunos riesgos y reducir otros”. En resumen, ciertos riesgos son más aceptables que otros; la percepción del riesgo es dinámica con base en las experiencias vividas y la aceptabilidad de un riesgo inicia un proceso gradual parecido al ¿qué tanto es tantito? que avanza hasta que es demasiado tarde y el riesgo se convierte en un desastre.

    *El autor es Licenciado en Letras y Periodismo, maestro en Historia y doctorante en Antropología en el CIESAS DF.

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